sábado, 17 de septiembre de 2016

Bajo Sospecha: Prejuicio y Discriminación en la Sociedad Chilena

       
I
Hace un tiempo mientras regresaba en metro a mi casa después de la jornada laboral, recordé un par de anécdotas que ocurrieron en diferentes momentos de mi vida. El leitmotiv de ambas: estereotipo y prejuicio.
La primera de ellas se remonta a mis años de Universidad, cuando al tener que comprar una camisa y una corbata producto de un examen, me dirigí a un centro comercial vinculado a los poderosos dueños del retail chileno.  Buscando alguien que me atendiera y asesorara en los temas señalados, pasé varios e interminables minutos dándome vueltas en espera de alguna persona. Miraba con extrañeza que sujetos vestidos formalmente o con mejores prendas que las mías contaban ipso facto con el auxilio en estas materias. (Debo señalar que por ese entonces tenía el pelo largo y vestía tan mal como hoy) Después de un rato que supera la paciencia hasta del más tolerante, decidí marcharme y comprar en otro lugar. Me había vuelto invisible en ese contexto, en uno de los centros icónicos del neoliberalismo y consumismo nacional.

Paradójicamente esto no fue exclusivo de la frivolidad de las compras. El mes pasado concurrí a visitar una galería de arte con el propósito de ver la exposición del pintor chileno Eduardo Mena. ¿Dónde? Cerro Alegre, Valparaíso. Debo señalar que la experiencia en ese lugar fue bastante incómoda e insólita a mis recientes experiencias en salas, exhibiciones o muestras culturales. La insistente presencia del administrador del lugar en cada espacio que yo recorría y en particular cuando quise abrir mi bolso para sacar una agenda y tomar notas de la muestra, caía en lo excesivo, prejuicioso e invasivo.  Más improcedente aún, cuando en el mismo instante turistas estadounidenses y franceses sacaban fotos sin miramientos, acto que por lo demás estaba prohibido. Ahí el trato del sujeto fue diametralmente distinto. Ergo, no tuve un solo momento de tranquilidad para contemplar las pinturas de Mena así que molesto y hastiado de estar bajo sospecha, me marché del lugar a los diez minutos.

Estas anécdotas particulares que acabo de narrar, generalizan una situación cotidiana que sufren miles de chilenos. En mi caso fueron menores y casi aisladas, sin embargo para otros compatriotas y la cantidad importante de inmigrantes que han arribado al país el último lustro o década, es una carga, un peso que deben soportar día a día.
II
Mucho más traumático fue el incidente que sufrió el artista visual chileno, Bernardo Oyarzún el año 1998. El artista mientras transitaba por una de las arterias de la capital fue interceptado por funcionarios de Carabineros de Chile. ¿La razón? Era sospechoso de haber cometido un asalto. Según el mismo Oyarzún, la razón principal de haber sido acusado injustamente fueron sus características faciales, el color de piel y rasgos indígenas heredados de su abuela materna. A pesar de ser dejado en libertad luego que las víctimas no reconocieran en él al culpable, tomó esta nefasta experiencia personal como inspiración para crear su performance fotográfica “Bajo Sospecha” actualmente exhibiéndose en el Ciclo IN-VISIBLE del Centex del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Valparaíso la cual visité.
III
El artista, egresado de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile donde se graduó con mención en grabado y pintura, trabaja desde la discriminación, el cuerpo y la identidad, ocupando en sus obras muchas veces su propio cuerpo como soporte en aras de la denuncia y el discurso que desea expresar.
“Bajo Sospecha” (1997 – 1998) está compuesta primeramente por cuatro gigantografías en blanco y negro con el rostro de Oyarzún de 150 x 244 cm. El artista bajo la figura del retrato hablado y la fotografía biométrica juega con las técnicas utilizadas por las policías para identificar a los sospechosos y dar con su rastro. Estas cuatro imágenes exteriorizan además el racismo, clasismo y prejuicios del chileno ante elementos corpóreos como el color de la piel, rasgos étnicos y faciales. La obra en esta primera parte denominada “El delincuente por (d) efecto” alcanza a mí parecer una vigencia latente producto además de los valores trastocados en cuanto a imagen y negación de nuestro carácter mestizo, la exacerbada instauración de lo blanco y rubio en la publicidad como canon y  por la entrada en vigencia hace unos meses de la Ley 20.931, conocida como “Control Preventivo de Identidad” un resabio de la antigua detención por sospecha derogada el año 1998.

La fotografía del retrato hablado del propio Oyarzún dispuesto junto a las tres fotografías biométricas, constituye una performance del traumático momento o un constante re-vivir ese lapso de su vida donde sufrió la discriminación y sospecha policial por su aspecto físico como señalé. La descripción del delincuente, en la parte inferior de la fotografía, (el propio artista reitero) exterioriza además una visión que tuvo o tiene el componente policial a partir del siglo XIX con la aparición de la Criminología Positivista liderada por el antropólogo y abogado italiano Cesare Lombroso. La teoría basada a partir del método experimental inductivo que empleaba en hospitales, establecía que los delincuentes con delitos graves tienen en común taras genéticas vinculadas a su estructura ósea, principalmente craneana y facial. El mismo Lombroso llegó a plantear en su libro “El Hombre Delincuente” una tipología del criminal cuestionada y criticada fuertemente con el tiempo. A pesar de ello muchas de las concepciones estereotipadas nacidas a partir del siglo XVIII y XIX en torno al hombre del nuevo mundo aún se mantienen inalterables como denuncia Oyarzún en la obra: “Tiene la piel negra, como un atacameño, el pelo duro, labios gruesos prepotentes, mentón amplio, frente estrecha, como sin cerebro”. De lo expuesto puedo precisar que hasta el mismo Immanuel Kant instaló y exteriorizó desde la intelectualidad filosófica una mirada despectiva, subvalorando a los seres humanos de este continente por su aspecto físico y ligándolo a un ocaso moral. El filósofo separaba al hombre en cuatro razas, dotando a la Europea/Blanca de la noción de perfección y a la Americana/Roja un primitivismo absoluto. Prejuicio racial en toda su magnitud.
IV
Finalmente la exposición del artista exhibe una serie de 164 Fotos – Retratos montados sobre un panel de 244 x 1000 cm. “La Parentela o por la causa” es su nombre. Las fotografías no están dispuestas al azar. Cada uno de los rostros retratados corresponde a un pariente de Oyarzún, que mantiene con él lazos sanguíneos, étnicos y similitudes faciales y corporales propias del parentesco. La relación entre el delincuente y “la parentela” ha sido parte no sólo del ámbito policial, la literatura por ejemplo nos ha dotado de casos excelsos donde la figura del roto ladino y ladrón que carga con el peso de vivir en un lugar marginal y rodeado de un aura de determinismo positivista lo condiciona a ser un lastre para la sociedad y un peligro para la misma.  
La literatura de corte Naturalista o mediada por ella,  tuvo un fuerte impulso a comienzos y mediados del siglo XX en Chile. Novelas como “El Roto” de Joaquín Edwards Bello, “La Sangre y la Esperanza” de Nicomedes Guzmán o “Hijo de Ladrón” de Manuel Rojas, en la mayoría de sus líneas intentan reflejar que la condición humana está seriamente determinada por la herencia genética, las taras sociales (alcoholismo, prostitución, pobrezaviolencia) y el entorno social y material en que se desarrolla e inserta el individuo. Este Naturalismo literario entrelazado con el positivismo de Augusto Comte, dispuso también desde esa vertiente la mirada determinista y ligazón de lo delictivo con el parentesco. Oyarzún toma esta idea y nos ilustra con los perfiles de sus familiares descendientes de mapuches al igual que él, que a la luz de los hechos y de la historia del país y el continente, también cargarán de por vida el estar en la sociedad chilena constantemente “Bajo Sospecha”. Como muchos, tal vez millones de nosotros.

                                                                                                      




sábado, 10 de septiembre de 2016

Ramón Sender: La combativa Literatura de la Guerra Civil y Exilio Español

Si nos enfrentáramos al ejercicio de elegir aquellos acontecimientos en la historia de la humanidad y, principalmente, de la época contemporánea, que por su magnitud han dejado huellas y cicatrices en el alma de una sociedad, saltaría a nuestra memoria por su significación y alcance que hasta hoy tiene, el período cruento de la Guerra Civil Española.
Guerra comprendida entre los años 1936 a 1939, que no fue producto del azar, sino de un largo periplo de desaciertos políticos, desgaste de los sistemas de gobierno y lo principal, la ebullición de luchas y cuestiones sociales, consecuencia de siglos de injusticias contra los sectores más desposeídos y oprimidos de la sociedad española. El conjunto de todos estos elementos fue caldo de cultivo de sectarismos, odiosidades y fragmentaciones que no hicieron más que reflejar el comienzo de un siglo XX convulsionado y lleno de luchas por ideologías, que vinieron a cobijar y a encantar a quienes se sentían con la responsabilidad cívica y moral de cambiar el devenir de las cosas. Es preciso señalar que aquella guerra fratricida que sigue enlutando la conciencia española, por más que calza con un período en que el fascismo y el comunismo luchaban por instalarse en Europa y extenderse a la mayor cantidad de países, nació y fue de raigambre puramente interna. España se polarizó y no por estas ideologías, sino producto de sus errores e injusticias como sociedad: una marcada intolerancia, eternos revanchismos, malos manejos políticos y gobiernos inoperantes.
Al estallar la Guerra Civil, Ramón J. Sender se encuentra en San Rafael donde veraneaba junto a su familia. La localidad quedó bajo las fuerzas de Francisco Franco, por lo que sus vidas corrían peligro, y por esto envía a su familia a Zamora, donde es ejecutada su esposa. Esta serie de sucesos trágicos, sumado a una vida de constante agitación e identificación con diferentes luchas, van marcando la vida del escritor. El contexto que va viviendo y el entorno en el cual va madurando, conforman esa posición ante el mundo que extrapola en las temáticas de sus novelas. Ahora, si bien es cierto, la literatura nos entrega un mundo de ficción, compuesto de espacios, personajes y una serie de elementos transfigurados y verosímiles, no debemos olvidar a su vez que los mismos son tomados de la realidad; que el autor por más que quiera desligarse o evadirse de aquella, es un ser de carne y hueso que esta condicionado por los avatares de su tiempo y espacio, y muchas veces de manera consciente o inconsciente, fuertemente influido por esa historia que quiéralo o no termina incidiendo en su visión de mundo.

Ramón Sender es un claro ejemplo de aquello, no por negar o intentar borrar su pasado o historia como señalamos, ni tampoco por hacer de la misma una copia exacta y entregarnos una literatura marcadamente panfletaria, su denuncia si es que la hay, es clara pero sutil, elegante e inteligente. Toma su historia y recoge lo mejor de ella, para así nutrirse de la savia necesaria y entregarnos una narrativa tan prolífera como rica en calidad.  Es un escritor de la República, de la guerra y del exilio español que nos presenta experiencias literarias en las que se juntaron el desarraigo personal y la voluntad de seguir fiel a una patria presente y luego lejana. Pocos escritores son capaces de seguir tan vinculados a una tierra distante que deja huellas imborrables en él. Por otro lado la evolución ideológica de Sender fue muy similar a la de muchos escritores comprometidos con cambios sociales y luchas utópicas y por eso nos resultan tan familiares sus personajes: un inicial descubrimiento de la revolución, identificada con el anarquismo, dio paso a la militancia comunista.
En las obras de Ramón Sender es posible visualizar cierta dimensión social en el contexto de cada libro. Esta dimensión social queda como el marco ineludible donde se desarrolla la vida y del que surgen conflictos  en el que están inmiscuido el individuo, pues para Sender el hombre ocupa un lugar importantísimo dentro de la sociedad, y por ende, en sus obras.  Aparte de su dimensión social, el escritor nos entrega a través de sus novelas, variados temas, como el sentido de la justicia, la culpa y su expiación, el sentido revolucionario entre otros. El sentido de la justicia se convierte en uno de sus tópicos literarios. Ese ideal y la lucha por alcanzarla, fueron desde la infancia del autor móviles de vida, verdaderos llamados para conducir su paso por la tierra. Desde muy joven Sender se conmovió por las causas y luchas de los desprotegidos, de los desamparados, de los trabajadores. Más aún en una España convulsionada durante las primeras décadas del siglo XX por la desigualdad, la pobreza y la miseria. Fue un hombre comprometido con sus ideales y los diversos sucesos que le tocó vivir. Un rebelde en todo el sentido de la palabra. Rebelde para alejarse de la generación del 27 de la cual sólo cronológicamente fue parte, claro está, pues tanto en forma como en fondo estuvo muy distante en los postulados tanto de poetas como prosistas de aquella. En pleno apogeo de los conceptos de deshumanización del arte inspirados en José Ortega y Gasset, Sender con su talante revolucionario decide crear una prosa social, realista, revolucionaria que enfrente aquellos que solo estaban preocupados por la estética.  Es por ello que los diversos temas y estilos narrativos que emplea en su literatura, distan completamente de lo artificial de las letras de ese momento. Sender está preocupado de los problemas reales, al igual que otros escritores que anticipan el comienzo de la Guerra Civil, con total realismo y postulando una novela social, realista, alejada de formalismos y de la moda. Sender es un escritor del pueblo sin titubeos ni concesiones, firme en su rebeldía personal. Rebelde políticamente, mantuvo inalterables sus ideales y pensamientos incluso causando molestias en aquellos con quienes compartió militancia.

Otra de las características en el pensamiento del escritor es su interés por el hombre y su circunstancia; sus afanes de igualdad, justicia social y dignidad que cada ser individual y colectivamente merece. Como tenaz defensor de estos valores, el tema de la dignidad del hombre y sus derechos, se extrae con claridad en sus escritos. Esa preocupación por el hombre lo acerca a las luchas sociales siempre simpatizando con los desposeídos, los desprotegidos y si bien es cierto, la obra del escritor es extensa y muy variada, es recurrente en ella el trato que hace de la dignidad humana, preocupación esencial en su vida.
 A modo de cierre, no podemos dejar de mencionar dentro de la cosmovisión del autor, otras situaciones recurrentes en sus obras como la presencia de la culpa o la violencia. En lo que se refiere a la primera, confesión y culpabilidad van de la mano con la propia visión de mundo del escritor nacida de un deambular político e ideológico extenso e itinerante. No por nada en variadas entrevistas ha reconocido errores en su militancia y arrepentimiento de las ideologías que profesó. Encontramos tanto en Réquiem por un campesino español (1960), como en El lugar de un hombre, (1939) uno de los móviles formales de la novela senderiana la culpabilidad. Desarrolla esta inquietud personal, sobre la  base de dos esquemas estructurantes: primero, en la forma de una culpa que se expía por el recuerdo individual o el diálogo confesional; y segundo en  la persecución sobre el individuo. La violencia emerge también producto de sus vivencias, del recuerdo, extrapolada a sus narraciones consecuencia de la afectación que la guerra produjo en él. Desde el desarraigo nos brinda su visión de este conflicto, el daño que causó en la sociedad española, su experiencia en los distintos momentos en que participó de la causa republicana, y por supuesto, su posterior alejamiento de España. Podemos concluir que a pesar de lo extenso de su obra, pues abarcó desde la novela social hasta el autobiografismo, está inherentemente ligado a su historia y al contexto que le tocó vivir, un narrador  rebelde, de estilo sobrio y directo, sin ampulosidades, sencillo y distinto a su generación.

lunes, 22 de agosto de 2016

Milagro y libertad: la filosofía del perro callejero

Hace unos días, mientras hojeaba uno de los tantos libros que leyó mi padre, topé con una frase escrita por él que me agradó de sobremanera: “Siempre me pregunto a dónde van esos perros de la calle con tanta prisa, habrán perdido algo, andarán buscando algo, yo creo que sí y se llama afecto”. Este pensamiento emanado de su caminar errante y afán de contemplar la vida con sus colores y sombras, me deja huella, una razón y valor emotivo para escribir estas líneas.

En mi deambular cada vez más asiduo a exposiciones, galerías de pintura y otras artes visuales, llama mi atención el rostro de un perro, un callejero de color negro que adorna un pendón instalado en las alturas de Casa E, inmueble victoriano enclavado en el Cerro Alegre de Valparaíso. “Avaro sol de los milagros” es el nombre de la muestra, Natalia Domínguez, la artista. Al ingresar me recibe precisamente un perro, uno de tantos que vemos (o no vemos) por nuestros espacios públicos y entre la masa (me incluyo) que corre por llegar a sus puestos de trabajo o de vuelta a casa tras la extenuante jornada laboral. Éste parece mirarme, escudriñarme como los innumerables que han coincidido conmigo en el camino. De color negro, tallado en madera, con una posición corporal que parece salir a mi encuentro, olfateando la presencia de este desconocido que quiere ingresar a su espacio, al territorio que eligió para “estar”. 

Una treintena de compañeros instalados en las paredes de la exposición representan ese “ser” del canino callejero que rompe convenciones, desata los nudos de las reglas y las normas, para instalarse, sentarse, vivir donde pueda, sea y le plazca.  Treinta y siete fotograbados con la técnica de la serigrafía en aluminio, visibilizando la presencia de los perros callejeros de Valparaíso y Viña del Mar, solo un esbozo de lo que ocurre en tantas ciudades, pueblos y rincones del país.

Porque eso tiene el perro callejero, esa autoridad y atrevimiento que llevó a los cínicos liderados por el filósofo griego Antístenes y su discípulo Diógenes de Sínope “el perro” a identificarse con las costumbres y el recorrer senderos de este canino errante. Estos filósofos aspiraban a identificarse con la figura de este animal, por la sencillez y desfachatez de la vida canina, la misma que veo en las serigrafías, echados en una vereda, afuera de un banco, dentro de un local comercial, en la costanera, jardines y plazas. Dueños y a la vez mártires de la selva de cemento.

Diógenes de Sínope, por ejemplo, en cualquier sitio se encontraba en su casa, así como estos animales, los mismos que contemplo en cada uno de los fotograbados monocromáticos, desperdigados por la urbe sin pedir permiso, sin autorizaciones, donde el cuerpo los lleve. La filosofía “del perro” adquiere plena consistencia. Ellos, los animales, alejados de los bienes materiales, el amor por la riqueza y los lujos, despreocupados de lo que pasa a su alrededor, instalan una lógica que tal vez debiésemos imitar cuando caemos presa de nuestra obsesión por la apariencia, riqueza o el que dirán.  Cada foto tiene un discurso, una evidencia que parece decir “aquí estoy, sin más equipaje que mi cuerpo”, soy parte de tu vida, recorrido y periplo.

Antes de partir y mientras el perro en el centro de la muestra pesquisa todos mis movimientos, concentro mi atención en una fotografía que con su sola imagen comunica lo expuesto, que llama poderosamente mi atención y corrobora lo que pensaban los cínicos y yo en particular. Un perro blanco, como uno de tantos que vaga por las calles, acostado, echado sobre el característico limpiapiés de los bancos y estampado en su superficie con los logos de Visa, Magna y Redbank. “El cínico” echado a sus anchas, sin que nada lo perturbe, ingresando en uno de los exponentes del poder económico y durmiendo sobre los símbolos del dinero plástico, el capitalismo y arribismo chileno. La razón de vida, ascenso social y estatus de muchos compatriotas es para el perro solo un lugar caliente para poder dormir y pasar la tarde. Esa es la filosofía del perro callejero, la que imitó Antístenes y Diógenes con el desapego a lo material, la que de vez en cuando podríamos adoptar, por unas horas, por un tiempo, para siempre. Quizás seríamos más felices, contemplando desde otra mirada la calle, el recorrido, lo que nos rodea. Y como dijo mi padre, encontrando en nuestra ruta a ese perro callejero presuroso que  busca nada más que afecto, tal vez al igual que nosotros.

La relación territorio y poder en el artista Rodrigo Molina

Sin ser un sujeto asiduo a los conciertos o tocatas, por cultura general y la presencia en algunos de ellos, recuerdo muy vagamente la figura de un telonero o artista previo al grupo principal que haya sorprendido o pulverizado las bajas expectativas sobre su presentación (muchas veces de relleno como la farsa, llevando el ejemplo al teatro medieval). Claro que también hay ejemplos de lo otro, de un músico que sorprendió por su irrupción y que con los años terminó incluso eclipsando a quienes alguna vez precedió en el llamado “plato fuerte”. Hago esta analogía precisamente al explicar lo que sentí hace un par de semanas, cuando visitando la Corporación Cultural de Viña del Mar en búsqueda de la exposición “Retrato de Familia B” de Christian Carrillo, me encontré en la antesala del lugar con la exhibición “Territorio y Poder”. Cinco obras, óleos en tela y madera, del artista visual chileno Rodrigo Molina. 
La primera pintura, potente, intensa y con una narrativa que por lo menos a mí me invita a apreciar la obra tanto en su técnica, composición, como en su discurso, fue el óleo sobre tela “Homo homini lupus”. El título del cuadro es una locución latina originaria del romano Plauto, que el filósofo político inglés Thomas Hobbes popularizó y masificó en el siglo XVII y que perdura hasta nuestros días. “El hombre es el lobo del hombre”. Cinco lobos devorando los restos y huesos de un ser humano, la mancha pictórica en toda su expresión reflejada en la sangre y lo poco de carne que queda del sujeto devorado. La obra en sí misma e instalada al comienzo de la exposición es ya una invitación a dialogar con la visión del artista en torno a los temas del territorio y poder, las luchas sangrientas y encarnizadas que durante siglos ha librado la raza humana por el dominio y sometimiento del otro. La dicotomía opresores/oprimidos – vencedores/vencidos – la supervivencia del fuerte sobre el débil en la mirada darwinista de nuestra evolución. La historia del mundo y de Chile en su particularidad es el reflejo de esta máxima expresada por el filósofo inglés. Nuestros propios miedos a ser devorados por otros nos convierten al igual que los lobos en seres colectivos en busca de protección y cuidado, pero en nuestra esfera más íntima y esencial solo somos individuos sedientos de sangre, egoístas y ávidos de poder. La opresión del otro, de lo otro, ha sido parte de nuestro paso por la tierra y la historia de la humanidad. 

"Poder Húsar”, óleo y gesso sobre madera, extiende la misma narrativa. El rostro del prócer desaparece. Es extinguido ante el poder supremo que inicia O´Higgins al finalizar el proceso independentista y dar comienzo a nuestros primeros esbozos republicanos. Surge en plenitud la dicotomía vencedor/vencido-¿dictador/guerrillero? En fin, hay mucho de historia mezclada con mito y leyenda en estas figuras. Lo claro es sin duda, que ambos personajes simbolizan las primeras luchas de poder por este país en ciernes. Vuelve la máxima: “El Hombre es el lobo del hombre o es un lobo para el hombre”. Ya desde la conformación de la nueva República las ansias de poder subyugan la razón. Asesinato de Rodríguez, antes cayeron los hermanos Carrera. Fin del Proceso independentista. Reitero, un prócer sin rostro sobre un fondo sin pintar. Un cuadro símbolo de lo que falta o se esfuma. “El húsar de la muerte” se desvanece, mejor dicho es desvanecido, borrado, extinguido.


En “Poder Capital”, óleo sobre madera reciclada, emerge un mapa pictóricamente vacío en su centro. Alegoría a la Región Metropolitana. Santiago es Chile, centralización territorial, poder económico que podemos extender perfectamente a nivel mundial con EE.UU  y sus cincuenta estados. Somos provincianos a nivel local y global. ¿Qué poder nos queda? Es la pregunta/respuesta que parece entregarnos “Poder Cobre” un óleo sobre madera acabado. El cobre, pilar en la economía chilena y nuestra riqueza, (o para algunos) no estuvo exento de las luchas contra grandes intereses y los “propietarios” de siempre. Los procesos de chilenización y nacionalización batallaron contra empresas estadounidenses en nuestro territorio. Explotación de privados a manos llenas, antes las salitreras, luego el rojo metal. La económica del norte de Chile en tanto extracción de recursos que enriquecen al país o a algunos pocos ha sido una historia de conflictos. Ingleses y alemanes en las salitreras, trabajadores oprimidos, explotados. Los North, Harvey, Délano dieron paso a la expulsada Anaconda, hoy encarnada por BHP Billiton, Barrick Gold, Anglo American Chile, entre otras. Cambió la forma, el mineral, no el fondo.

Cierra la exposición “Estados 1 y 2”. Un puzzle compuesto por cuatro pinturas que permiten descifrar los juegos de poder en procesos del triunfo territorial y económico del neoliberalismo y la globalización chilena del Starbucks, Subway, Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken, Burger King o el clásico y pionero símbolo capitalista estadounidense McDonald`s. Se me olvidan muchos más. Rompecabezas que al ordenarlo deja de manera correlativa, frente a frente al ícono de la cultura gringa Mickey Mouse con nuestro Padre de la patria Bernardo O’Higgins, ambas figuras en la cima de la montaña cordillerana y que en sus faldeos recorre el Aconcagua.  Río iluminado por el reflejo del sol en un atardecer, una mancha pictórica, anaranjada que sobre las aguas contrasta con el cráneo de un puma, animal precisamente territorial, propio de nuestro continente y que habita preferentemente en la Cordillera de Los Andes. Un dato no menor: fue extinguido en América del Norte (territorio estadounidense) en vías de lo mismo en Chile donde el hombre es su peor enemigo. Los símbolos de la cultura estadounidense se imponen a los chilenos, consumatum est. Este nuevo puzzle ordena las piezas aunque tal vez no era necesario, pues poder y territorio siguen emergiendo como razones de nuestra existencia o epílogo de la misma sin mayores alteraciones.
Según Hobbes, somos verdugos de nuestra propia especie y nuestro entorno, el poder nos guía, nos une, aniquila y a la vez nos enceguece. En pleno siglo XXI ¿Los vencedores o los devorados por los lobos siguen siendo los mismos? ¿Lo seguirán siendo? Un hecho es concreto, poco ha cambiado en la esencia del lobo, perdón del hombre.




domingo, 14 de agosto de 2016

Gitano Rodríguez: Su Casa Transparente y El Hombre Imaginario de Parra

“Para que lo vayamos conociendo”es la exposición homenaje a Osvaldo Rodríguez, que visité hace algunos días en el Parque Cultural de Valparaíso. Una muestra que devela algunos de los pasajes de la vida del gitano, marcada por el exilio y el destierro, como uno de tantos chilenos, tras el Golpe de Estado de 1973 y la Dictadura de Pinochet. "Esta extraña tarde desde mi ventana (Silvio Rodríguez)" La muestra me recibe con una serie de acuarelas, trazos y dibujos donde el ícono, la figura recurrente es la ventana. Una metáfora, un tópico de la eterna mirada de este artista e intelectual porteño a Valparaíso, su bahía, cerros, ascensores y rincones. “Ventanas sobre un atardecer” y “Ventanas sobre Valparaíso” son algunas de sus obras, que reflejan la intención del artista por desnudar el puerto, observarlo día a día, recorrer con sus ojos los pasajes y lugares que lo vieron crecer. La ventana es a su vez, el espacio de nostalgia, de recuerdo que tuvo cuando el puerto ya no era parte de su ideario físico y tangible producto del destierro. El cantautor se inventó otras ventanas en otros lugares de la geografía del planeta fruto de su deambular por el mundo, pues los espacios originarios les fueron vedados por casi dos décadas.
“Mon amour”, “My love”, “Amore mio”, “Meu amor”, Valparaíso mi amor. La frase en diversos idiomas recorriendo la bahía, metáfora de lo cosmolita del puerto, del extranjero errante por sus calles y cerros. Multitud de seres contemplados siempre desde la ventana, aquella que simboliza desde su definición la abertura hacia el exterior, mirar qué hay más allá de donde me encuentro.Osvaldo Rodríguez por razones políticas sabría mucho más de eso en carne propia. Siete países e innumerables ciudades fue donde residió, infinidad de ventanas y aberturas buscando rasgos, pasajes, destellos del Valparaíso alejado, mimetizándolo. Fusionó y comparó espacios del puerto en otras ciudades como el artista señaló en más de una ocasión. Sigo mi camino, la muestra continúa. Sombreros, innumerables postales que revelan sus periplos, cartas, diarios, libros y diversos objetos personales e íntimos. Todos ellos exhiben retazos de la vida del cantautor y refuerzan lo mencionado: su relación perenne a pesar de los años y la distancia con Valparaíso.
La Casa Transparente y El Hombre Imaginario
En el recorrido por los siguientes espacios de la sala, atrae mi atención la referencia constante a la Casa Transparente, expuesta en sus dibujos con la técnica del lápiz pastel preferentemente. Con herramientas propias de la cartografía y la arquitectura, Rodríguez sitúa una morada imaginaria, diáfana, traslúcida enclavada en el mar, en plena bahía de Valparaíso, pero sin orientaciones exactas, pues viene a ser una metáfora de su propia vida, sus recorridos interminables que la ubica tal vez donde sus sueños quieran. Es ahí cuando irrumpen en mi persona los placeres primarios y secundarios que alguna vez planteó el británico Joseph Adisson en su ensayo llamado “Los Placeres de la Imaginación” del año 1712. Principalmente los secundarios, cuando recordé y traje a mi mente el poema “El Hombre Imaginario” de Nicanor Parra. En una relación que podríamos llamar de intertextualidad según Mijaíl Bajtín y posteriormente Julia Kristeva, empecé a encontrar semejanzas y lugares comunes entre la obra visual y el poema señalado. La presencia de un solo habitante, desolado, condenado al desamparo, la relevancia de lo onírico en ambas construcciones, las paredes, los muros, las irreparables grietas imaginarias. Los lugares, mundos y tiempos imaginarios expresados en los versos de Parra son un símil de la Casa Transparente, ubicada en un sitio impreciso, inexacto. equívoco, donde solo los sueños del único morador de ésta sabe o desea. A su vez, otro elemento símil es la presencia femenina. Mientras la obra de Rodríguez nos muestra una onírica y erótica amante del habitante de la casa, tal vez una amante que se esfuma o que solo es producto de la ensoñación del autor, en Parra la mujer imaginaria también se hace presente a través de los sueños, con un amor, placer y dolor que parece ser esto último, lo único real de aquella lírica.
La Casa Transparente y El Hombre Imaginario comparten esa narrativa de lo que fue o lo que pudo ser en la vida del ser humano. Todos hemos sido sujetos imaginarios alguna vez, enamorándonos y sufriendo por personas imaginarias, construyendo una Casa Transparente que intentamos llenar con nuestros recuerdos, victorias y derrotas. La constante presencia del mar, los barcos, navegantes, la brújula y elementos astrales en los dibujos del Gitano Rodríguez, es la manera de darle cuerpo al vecindario donde su ideal morada debiese estar, darle una ubicación y una corporeidad. Aunque fuese solo en sus sueños de habitante solitario u hombre imaginario.

Chile y la irrupción del héroe difuminado


El cuestionamiento, la duda y búsqueda de otras miradas sobre los símbolos de poder, se han instalado el último tiempo en Chile. La enseñanza por décadas de una historia oficial, desde y por los vencedores, con una mirada nimia y escuálida de los vencidos parece estar un tanto más frágil que en mis años de colegio. Una historiografía donde por ejemplo los pueblos originarios quedan a la vera del camino del historiador clásico y academicista, parece al menos ceder un tanto de terreno a una no oficial, excluida, pero que indaga en temas olvidados intencionadamente por la elite intelectual.

En un país que trata con desidia y  latente distancia la historia y la lectura en particular, ella queda básicamente restringida y subordinada a personajes que dominaron sin contrapeso el discurso historiográfico en nuestras aulas. Encina, Frías Valenzuela, Villalobos, por nombrar  los más reconocidos. Algo pasó y sigue ocurriendo en Chile hace unos años, donde esta oficialidad instaurada e instalada como “la verdad” de nuestra historiaempieza a mirarse al menos con suspicacia, en la indagación de otras vertientes que apunten a develar hechos que no eran útiles o apropiados de insertar en el discurso nacional y patriótico. La figura del héroe en el billete, en un monumento y sobre un pedestal como parte de nuestra historia, identidad y alma de chileno, parece resquebrajarse en el último lustro.

La fotografía “Ecuestre” del artista visual Andrés Durán (Santiago, 1974) enuncia algo de eso.La desaparición del héroe a través de programas digitales con la intervención del monumento, simbolizan una pérdida gradual en la atención y credibilidad de nuestros próceres producto de la actual irrupción de una mirada distante a los íconos republicanos. Blanco y negro de la imagen, la espada y patas del caballo son los elementos que sobreviven al todo original. La bandera símbolo patrio por excelencia y una corona de flores acompañan los restos de una parte de la historia que parece desaparecer y desvanecerse ante la mirada de los espectadores. La pieza, es parte de la muestra “Monumento Editado” del año 2014, que Durán exhibió en las galerías Gabriela Mistral del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y Metales Pesados, ambas en Santiago. Dieciséis fotografías intervenidas de presidentes, militares, intelectuales y héroes son parte del conjunto de la obra.  Las estatuas de próceres como Diego Portales, Arturo Alessandri, Bernardo O´Higgins, José Miguel Carrera y Andrés Bello entre otros,  fueron objeto del trabajo de postproducción del artista.

¿Son sólo ellos los únicos héroes en la construcción de este país? ¿Merecen realmente llevar el título de próceres de la patria? ¿Desaparecen sus figuras en el ideario colectivo de este siglo? Son preguntas que la pintura,  la literatura y la fotografía por citar algunas artes, han empezado a plantearse y plantearnos desde la reflexión y el reparo. No sabemos si el arte instala esta nueva mirada o se hace cargo de una nueva forma de entender la realidad y nuestra historia. Con matices, ayudados unos más que otros del éxito mediático y publicitario televisivo, las “Historias Secretas de Chile” y “La Patria Insospechada” de los escritores Baradit y Lara Serrano respectivamente, también contribuyen a este momento de desordenar lo oficial y poner desde la literatura, debo señalar, hechos históricos tal vez de tono menor, pero obviados por alguna razón. Nuevas voces que al menos nos saquen en pleno siglo XXI de la rigidez de la mirada histórica y patriótica tradicional.
El mérito de estos escritores y de Durán desde las artes visuales por sobre todo,  es precisamente hacernos meditar sobre la construcción arquetípica de nuestra historia o tal vez debatir sobre la historia segmentada, seccionada e interesada de unos pocos, que difundieron y arraigaron monopólicamente en todo un país.  Como dijo el filósofo Castoriadis “Debemos cuestionar lo dado, esa es la función del saber”. Vale la pena intentarlo.



Jorge Opazo: retrato, fotografía y poder en Chile

El retrato, palabra de origen latino que adquiere significados como, “hacer volver atrás”, revivir, reducir y abreviar, es otra de las manifestaciones artísticas consustanciales a la historia del hombre. Egipto, Grecia y Roma, tuvieron al retrato como uno de sus métodos para inmortalizar a sus personajes poderosos e ilustres, en especial a través de efigies en esculturas y monedas. La llegada del Medioevo, conjuntamente con su cosmovisión teocéntrica, trajo consigo la casi inexistente presencia del retrato, reapareciendo y extendiéndose a la pintura a partir del Renacimiento producto de la importancia que toma el ser humano en su particularidad. De ahí en adelante, esta expresión visual y plástica circunscrita a la escultura y lo pictórico mantuvo un desarrollo en ascenso que se incrementa con la irrupción de la fotografía en el siglo XIX y XX.
Según Roland Barthes, lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. Sacar de nuevo a la luz, hacer revivir lo ya inexistente, es precisamente la sensación que la fotografía del chileno Jorge Opazo Galindo (Taltal, 1908 – Santiago, 1979) expresa en sus obras. El artista, quien también fue pintor, es considerado el más importante retratista de la primera mitad del siglo XX. El glamour y los poderosos eran el foco de su cámara con la intencionada elegancia y austeridad que reflejaban sus fotografías. Desde la década del treinta a los sesenta, fue el fotógrafo oficial de la élite local, quienes acudían a él por la particularidad de su trabajo, sin estridencias, cuidada composición e iluminación.
En el año 1938 es nombrado fotógrafo oficial de la presidencia, razón por la cual el trabajo de Opazo confluye desde ese momento con el poder político y la mirada anquilosada que se tenía de nuestros líderes republicanos. Al revisar su galería de presidentes fotografiados, desde Pedro Aguirre Cerda hasta Eduardo Frei Montalva, apreciamos el componente iconográfico de su trabajo, la relación de cada uno de los personajes retratados que responden a una concepción y tradición de austeridad, sobriedad y elegancia, entre otros valores que los gobernantes chilenos deben proyectar al país. Por lo demás, cada una de estas fotografías presentan símiles tanto en composición como en la idea que quieren representar. Estamos en presencia, claro está, de un arquetipo.
Cuenta la historia que fue la esposa de Pedro Aguirre Cerda, quien se contactó con él para fotografiar a su marido apenas llegó a la primera magistratura. Por esos años era de total conocimiento en la elite chilena el trabajo del fotógrafo, en especial por el trato “hollywoodense” que daba a sus imágenes. No había imperfecciones en los rostros, hecho apetecido por las altas esferas chilenas que pedían sus servicios. Tanto como retratista social u oficial, Opazo desarrolló una propuesta estética basada en la utilización de fondos lisos, recursos lumínicos, ángulos contrapicados y modelos sobrios y elegantes.
Analizando cada foto en particular encontramos a su vez elementos que se repiten intencionalmente, develando una temática de carácter iconográfico, como ya señalé. La fotografía en blanco y negro asociada históricamente al glamour de épocas pasadas, presentaba en ese momento y -debo señalar- en la actualidad, con el resurgimiento de la técnica, ventajas que el color carece. Según palabras de John Garrett en su libro “El arte de la fotografía en blanco y negro”, la reducción de la fotografía a tonos grises, obliga prestar atención a los rasgos del rostro, revelados por el juego de luces y sombras.
En el caso de las fotografías del artista, se cumple esta aseveración. Las tonalidades más claras sobre los rostros de los mandatarios permiten descubrir en ellos una mirada y gestos faciales que reflejan el temple, sobriedad y dignidad que un mandatario debía ostentar en su cargo. Otros elementos elegidos por la lente e iluminados de forma de entregar una tonalidad más clara, con el fin de resaltarlos, son la vestimenta, banda presidencial, escarapela y piocha. Estos remiten a símbolos de poder, autoridad y tradición que emergen desde los albores de la República.
El primero de ellos es la vestimenta. El uso del frac y corbata de lazo de color blanco, fue un elemento protocolar reiterado al momento de asumir el mando hasta la década de los setenta. Cabe señalar que Salvador Allende Gossens rompe con la tradición, al ser el primero que asiste a dicha ceremonia con traje de sastre. A su vez, la banda presidencial utilizada por primera vez de la mano de Bernardo O´Higgins, es el símbolo histórico de poder del primer mandatario. La escarapela y la piocha del mismo O´Higgins con la estrella de cinco puntas que simboliza el poder ejecutivo, también son parte de la mayoría de los retratos, nuevamente como elementos de la ostentación del poder y la autoridad.
Fotógrafo de moda en su época, amado por muchos y fallecido en completa soledad ante la indignación de su mujer por el “pago de Chile”, Jorge Opazo reflejó a través de su corpus fotográfico no sólo una parte de nuestra historia, sino una mirada de los valores que debían resaltar en la construcción de este país y encarnar los gobernantes sin distinción política, un elemento arquetípico propio del discurso que gobernar a Chile y velar por su presente y futuro, responden a un fin mayor.

jueves, 14 de julio de 2016

Colonia Dignidad: la realidad que supera con creces la ficción

Tal vez uno de los hechos y períodos más oscuros de la historia de Chile, vuelve a instalarse en el tapete de la opinión pública a gotas, a medias, a la chilena como siempre. Sí, porque después de algunas hipótesis sobre censura, incomodidad en los círculos de poder o nulo interés comercial por su exhibición, la película “Colonia” protagonizada por la británica Emma Watson, el alemán Daniel Brühl y bajo la dirección de Florian Gallenberger llega a las salas de cine chilenas el próximo 4 de agosto.
Debo precisar que su llamado debut cinematográfico en Chile es en el ámbito comercial y masivo, pues ya fue estrenada en nuestro país en recintos como el Estadio Nacional y el Festival Internacional BíoBío Cine entre otros. Como no intento en estas líneas entregar una crítica de cine, no me detendré a analizar el filme ni caer en los calificativos de desastre o pésima película que hemos escuchado especialmente en los noticieros más conservadores y derechistas de este país como los de Mega, Canal 13, la prensa británica o la estadounidense.
A mi parecer me parece sumamente más importante que la taquilla o la fama de sus actores, la posibilidad de visibilizar nuevamente lo que fue la existencia de esta verdadera secta, este enclave de colonos alemanes convertido en uno de los lugares más nefastos y lúgubres que con la complicidad de los estados de Chile y Alemania por más de cuarenta años, vulneró y atropelló los derechos humanos de cientos de personas. ¿Dónde? cerca de Parral, en una colonia llamada paradójicamente “Dignidad” que de dignidad para con sus habitantes poco o nada tenía.
Una mirada al contexto histórico
Colonia Dignidad, hoy Villa Baviera, nace en la década de los sesenta de la mano de una de las figuras más sórdidas de la historia de Chile. Paul Shäffer. El “tío permanente” como exigía que le dijesen en el enclave de inmigrantes y colonos alemanes, llegó a nuestro país el año 1961 donde el gobierno de Jorge Alessandri le otorga la autorización para crear la “Sociedad Educacional y Benefactora Dignidad” en las cercanías de Parral, séptima región. Dentro del prontuario del alemán ya contaba a su llegada con el hecho de haber pertenecido a las juventudes hitlerianas, su rol de enfermero nazi en la segunda guerra mundial y el haber sido acusado de abuso sexual contra dos menores el año 1959, una de las poderosas razones para desterrarse de Alemania y llegar a esta larga y angosta faja de tierra.
Colonia Dignidad, Dictadura de Pinochet y la Derecha Chilena
Las resoluciones de Amnistía Internacional y el informe Rettig del año 1991 confirmaron que en el interior del enclave se realizaron detenciones, apremios físicos y psicológicos perpetrados por la DINA y los aparatos represivos de la reciente dictadura militar. En los primeros años del régimen fue un centro de tortura donde hubo secuestros, muertos y hasta hoy desaparecidos con familiares que aún claman por justicia. Poco y nada ha sido el pronunciamiento del Estado chileno y el alemán en todos estos años. Shäfer quien después de huir de la justicia por más de ocho años y capturado en Argentina el año 2005 fue condenado por decenas de violaciones a menores, pedofilia y ligado a atropellos de derechos humanos efectuados por personal de la DINA en el régimen militar. El 24 de mayo de 2006 Schäfer es sentenciado de manera definitiva a 20 años de presidio mayor en su grado máximo por 20 delitos de abusos deshonestos y cinco por violaciones a niños, cometidos entre 1993 y 1997. Además el alemán fue ordenado a pagar una indemnización de 770 millones de pesos a 11 de los menores cuyos representantes interpusieron demandas civiles.
Por si fuera poco el mismo año 2006 cae sobre él y Colonia Dignidad una sentencia por infracción a la Ley de Control de Armas, traducida en una nueva condena de siete años más, por encontrarse en Villa Baviera diversos armamentos de guerra, explosivos, granadas, elementos químicos, lanza proyectiles, etc. Todo en suelo chileno con la complicidad del estado y de diversas autoridades locales y gobiernos de turno. ¿Cuántos colaboradores, cómplices y redes de apoyo tuvo el alemán para operar con tal impunidad por más de cuarenta años?
Las Redes de Apoyo y personeros UDI
Según declaraciones de la desaparecida ex ministra y prima de Pinochet, Mónica Madariaga, el fundador de la UDI Jaime Guzmán era uno de los asiduos visitantes al enclave. Madariaga en su momento expresó que Guzmán impartía clases a jóvenes militantes gremialistas de esa época. Pablo Longueira y Andrés Chadwick por ejemplo.
En 1991 el Gobierno del fallecido Patricio Aylwin buscó anular la personalidad jurídica a Dignidad, y 17 parlamentarios pertenecientes a la UDI y RN recurrieron ante el Tribunal Constitucional para alegar la inconstitucionalidad del decreto del ministerio de Justicia que declaraba disuelta la persona jurídica Sociedad "Benefactora y Educacional Dignidad". ¿Quiénes? Entre las firmas destacan importantes figuras de la derecha como el mismo Jaime Guzmán, Sergio Diez, Sergio Onofre Jarpa, Olga Feliú, Bruno Siebert, Mario Ríos, Sergio Fernández y William Thayer. Todos vinculados políticamente a la dictadura. El requerimiento fue rechazado, pero dejó de manifiesto cuán poderosa era la red de apoyo que protegía a Paul Schäfer y que permitió la impunidad por más de cuatro décadas. A mediados de los noventa se formó "un grupo de amigos" a favor del hospital y la escuela de Villa Baviera. Entre ellos se encontraban Hernán Larraín, Carlos Bombal, Evelyn Matthei, Andrés Chadwick, Jaime Orpis y Juan Antonio Coloma, entre otros. ¿Les suenan esos nombres?
El año 1996 el actual presidente de la UDI Hernán Larraín y Sergio Fernández reclamaron indignados por uno de los primeros operativos policiales que pretendían detener al jerarca alemán, quien debo recordar abusó sistemáticamente de niños alemanes y chilenos durante décadas. La derecha pinochetista pidió además la inconstitucionalidad de la orden de disolución de la colonia, situación que por fortuna fue rechazada por el Tribunal Constitucional. (Antiguo y actual conocido gremialista)
En 1998 la misma derecha negó la investigación por violaciones a los DD.HH. perpetrados en Dignidad, además los nuevos operativos policiales de allanamiento por las ya mencionados delitos ocurridos en Villa Baviera, recibieron duras críticas de los parlamentarios derechistas de la época, que por lo demás reconocieron cercanía y lazos de amistad con dirigentes de la colonia. Larraín uno de los más fervientes defensores del octogenario pedófilo alemán, señaló en su momento, que las acciones para esclarecer los hechos y buscar justicia, respondían a un montaje, una campaña para denostar a Colonia Dignidad.
En síntesis
Cuando leo en las diversas redes sociales recalcitrantes denostaciones a la película haciendo un juicio por catalogarla de izquierdista y limpiadora de imagen del gobierno de Allende, creo encontrarme nuevamente con la más baja calidad intelectual y valórica de muchos chilenos. Lo que ocurrió acá va más allá de estar de acuerdo o no con una dictadura o un sector político, durante más de cuarenta años diversos gobiernos chilenos hicieron vista gorda de crímenes aborrecibles contra menores de edad, maltrato y violaciones a niños, mujeres y hombres, tortura y vejaciones que dejaron una herida en la historia ya llena de cicatrices de este país. Hoy las víctimas y los familiares de aquellos que no volvieron o sufrieron los vejámenes de Shäfer y sus colaboradores siguen pidiendo justicia ante la indiferencia de la masa, de la prensa y los medios de comunicación con contadas excepciones. Hoy Villa Baviera es un hotel, sus paredes y rincones donde se violó, torturó y atropelló la dignidad de cientos de seres humanos, se visten de la gastronomía del kutchen y la cerveza, se realizan matrimonios y se pasa la raja. En un suceso sin precedentes en la historia contemporánea, se instala a vista de todos (una vez más) que no hay que mirar el pasado, la fiesta sigue, no desenterremos los fantasmas. Miremos hacia el futuro. Ese es mi Chile querido, el asilo contra la opresión.
Para más información visitar: http://www.coloniadignidad.cl/

Álbum de Chile: retazos de nuestra identidad


Una de las acepciones que entrega la Real Academia de la Lengua Española de retazo apunta a definirlo como un trozo o fragmento de algo, de un razonamiento o discurso. Nada más acertada dicha definición para referirme en estas líneas, a la Exposición fotográfica "Álbum de Chile" que por estos días se presenta en el Parque Cultural de Valparaíso (Ex Cárcel). Me remito a hablar de trozos o pedazos, pues la muestra siguiendo los patrones estéticos del formato álbum instala en sus paredes de color blanco, diversas imágenes de la historia pasada y reciente de nuestro país, su geografía, gente, tradiciones religiosas y folklóricas, costumbres, la modernidad. Un desfile de fotografías que al igual que las diversas técnicas utilizadas en su impresión, homologan la pluralidad de rostros y paisajes que intentan configurar un fragmento o botón de nuestra tan debatible identidad chilena.
La exposición que cuenta con más de 250 obras producto de una selección de la muestra original realizada el mes de enero en El Centro Cultural La Moneda, titulada "Retrato de una Nación" y curada por Gonzalo Leiva, realiza una simbiosis entre lo visual y lo narrativo, donde la fotografía como documento queda al servicio de una historia, una narración que plasma un discurso político y social que por momentos parece cuestionar el mito de nuetro orden republicano, instituciones y héroes, lo que lo oficial ha instaladado como "Identidad Nacional".

Chile enfrentado constantemente por el mito y las heridas a través de lo visual. Un mito que apunta siempre el relato de una creación, a lo que fue y ha empezado a ser. Me quiero detener en esta primera parte de la muestra. Me llamó profundamente la atención lo planteado en algunos textos curatoriales de Leiva, el esbozo de ciertas tesis sobre el rol de la fotografía para representar nuestra nación en los primeros años de la República. Preguntas cómo ¿Es Chile un país homogéneo? ¿La bandera nos identifica? o ¿Dónde radica la belleza en Chile? intentan a través de las fotografías que el espectador pueda responder esas preguntas o al menos cuestionar la instalación de ciertos emblemas y tópicos en cuanto ser chileno. Por otra parte la sección llamada "Identidades individuales y Colectivas" apunta a la relevancia de la fotografía como documento y al retrato familiar en su conjunto e individualidad de sus miembros como otra piedra de nuestra construcción como país. La familia es el núcleo fundamental de la sociedad dicta en su artículo primero nuestra constitución, cabe recordar.
En cuanto a los héroes también hay una intención plausible por cuestionar tal concepto de lo heroico, del busto de la plaza, del billete, tal vez siguiendo la corriente literaria de moda con tintes de nueva novela histórica que de la mano por ejemplo de Jorge Baradit y Rodrigo Lara Serrano quienes han indagado precisamente en la historia no oficial, el lado b de Chile. Coincidencia o no en lo que atañe a los próceres, las imágenes nos ilustran al pueblo chileno trabajador, con vicios y virtudes, el hombre cotidiano que habita este país. ¿Cuáles son los verdaderos héroes chilenos? es la pregunta que a través de rostros curtidos por el esfuerzo y el cansancio del trabajo diario responden las fotografías a mi parecer con claridad.
Por último en cuanto mito, es interesante la relación que se plantea entre "Religiones y Catástrofes". El terremoto, maremoto, aluvión, temporal, las desgracias al parecer identifican nuestra raza, se enarbolan campañas solidarias, cánticos guerreros, loas de auto ayuda, alabanzas al ser chileno. Detrás de cada catástrofe por la inclemencia del tiempo o producto de nuestra geografía surge el mito que el chileno es valiente, solidario, se levanta, no claudica ante la adversidad. La religión cruza esa visión de mundo, lo profano y lo sagrado se mezclan, el ritual, lo folklórico. En los momentos de mayor agobio y desesperanza el hombre debe aferrarse a algo. La Religión es un salvavidas.
 En tanto, la herida entendida como lesión, la pena, el daño moral, dejó y sigue dejando cicatrices en nuestra identidad. Ésta recorre el mito y no al revés, hecho coherente en la disposición de esta segunda parte de la exposición, más pequeña y constreñida espacialmente que la anterior. La represión durante la dictadura militar, las protestas y pugnas sociales y políticas, el progreso destructor de la naturaleza y enemigo de la ecología, la exclusión de las minorías sexuales,la marginación, parecen herir el mito, lacerar como señalaba antes la imagen republicana de una nación que prefiere olvidar por miedo a encontrarse con sus fantasmas.
Es por ello que me parece valorable y positiva la intención discursiva a través de las imágenes presentes en la muestra. Hay en ellas una intencionada decisión de hacer reflexionar al espectador y en especial al chileno sobre la construción de nuestro país, los tópicos de pertenencia y las instituciones que articulan el arquetipo del ser chileno y de Chile, claro está. ¿Faltan más imágenes? ¿Sobran? ¿Son las suficientes o son demasiadas? Preguntas que dejo como tarea y discusión a los visitantes.
Para más información de la exposición visitar: http://parquecultural.cl/

domingo, 29 de mayo de 2016

VIDEO "CONTIGO SOMOS MÁS" PAULO CARRERAS CONCEJAL

Historia de un oso: "El triunfo de la cultura y la memoria histórica, en el Chile carente de ambas"

Me era imposible ocupar este espacio de comunicación y expresión, sin referirme en lo personal, al triunfo más importante de la cultura y el cine chileno en el último lustro, tal vez la última década o más. El premio Óscar que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, otorgó en su versión ochenta y ocho, al cortometraje animado chileno "Historia de un oso" de los realizadores Pato Escala y Gabriel Osorio, pone a este país nuevamente en las vitrinas de la cultura a nivel mundial, como alguna vez lo hicieron los grandes Gabriela Mistral y Pablo Neruda con sus premios Nóbel de Literatura o Gonzalo Rojas galardonado con el premio Cervantes, por citar solo a algunos. Pues sí, ha habido y hay otros chilenos brillantes en diversas áreas de la cultura, las letras, artes y ciencias, más reconocidos a nivel mundial que en su propia tierra, nombres que son de completo desconocimiento de la masa chilena, ayudada por la constante banalización y poco trato a la cultura que los medios de comunicación masiva tanto televisivos como escritos en su mayoría impregna en la sociedad chilena. En una función ideológica y orquestada que responde a intereses concretos de mantener al grueso de la población con exigua capacidad de análisis, reflexión y crítica, termina siempre invisibilizando el arte y los gestores que intentan bregar por la construcción de un país de mejor calidad humana e intelectual, la antítesis de lo que la pantalla grande y los pasquines reproducen diariamente. 
Lo mío no es un mero alegato nacido desde el supuesto, de la ficción, lo viví en carne propia, al desplazarme a mi lugar de trabajo. Hice el ejercicio el día posterior del triunfo chileno y no encontré un solo medio escrito, pero ninguno, que insertara a lo menos a la rápida un inciso que informara lo que había ocurrido horas antes en la entrega de los Óscar. Buscando una explicación, le di a la totalidad de los medios escritos el beneficio de la duda y asumí que ya estaba hecho el tiraje de la prensa y que por horario no habían alcanzado a cubrir la noticia. Esperé al día siguiente, el recorrido fue el mismo, ilusamente ahora sí esperaba al menos portadas con el triunfo del cine chileno. Las Últimas Noticias mostraban en primera plana la relación de amor de Alexis Sánchez con sus perros, El Mercurio de Valparaíso tenía una miserable inserción en un rincón en la sección de artes y espectáculos, La Segunda perteneciente al mismo "Diario de Agustín" nada. Ninguna referencia. Paradójicamente fue La Cuarta, también perteneciente a la familia Edwards que en su portada incluyó a Leopoldo Osorio como el "abuelo" inspirador. Que distinta la prensa cuando ganamos la "Copa América" donde no hubo pasquín que no rotulara con grandes letras el triunfo futbolero chileno. No solo un día, sino que por semanas. Me pregunto: ¿Si el tenor del cortometraje hubiese sido otro, el sentido, el trasfondo, hubiese habido más exposición? Hay que solo revisar quienes manejan los medios escritos. Un duopolio. Edwards, Saieh. La colusión del conservadurismo fascista,la estulticia y la alienación de la masa que impregna la sociedad y nuestros lugares de trabajo. 
Una noche histórica
El premio recibido ese lunes 28 de marzo, por los chilenos Patricio Escala, Gabriel Osorio y el estudio audiovisual PunkRobot, lo celebré con intensidad, con profunda alegría y convencimiento que estos realizadores además de bregar y derrotar al monstruo de la animación Pixar, me imagino que su camino más difícil fue producir y crear esta obra con escasos resursos, en un país que tiene a la cultura entre sus prioridades más distantes del ideario colectivo. Es ahí doblemente meritorio lo conseguido por este equipo de jóvenes y es fundamental visibilizarlo hasta el cansancio, instalar esa otra mirada que en Chile se puede y se DEBE hacer, pero no desde esa mirada populista de ciertos políticos de colgarse de estos reconocimientos, en especial algunos de derecha, que me imagino no habían visto el cortometraje pues hay un contexto político que no se debe pasar por alto, parte de la génesis de la historia e inspiración de los guionistas. El exilio, detención y prisión del abuelo de Gabriel Osorio en la dictadura de Pinochet. Don Leopoldo Osorio Cornejo, antiguo Regidor de Maipú y secretario del presidente Salvador Allende Gossens.
Contexto de Producción y la mirada que debemos instalar en las nuevas generaciones
Apenas conocido el triunfo de esta producción nacional las redes sociales, en especial twitter que es el que ocupo con mayor frecuencia y asiduidad, reflejaron un interés y orgullo por lo alcanzado lo que me despertó cierto agrado al leer a muchos compatriotas interesados en el tema. "Aún hay Patria ciudadanos" podríamos decir. Lo que sí me llamó la atención fue leer algunos comentarios de no politizar o ideologizar el asunto en aras de la tan manoseada reconciliación nacional o el "quedarse pegado" frase utilizada por la derecha y las personas que no profundizan el contexto de las cosas o porque lisa llanamente su construcción y formación educativa no fue en esa ruta. Como docente ahí está esa lucha, esa misión, pues si bien es cierto los mismos realizadores de la producción reconocen que una de las intenciones del corto es ir cerrando heridas y buscando los perdones mutuos, también son claros en plantear que la creación por más animada e infantil que parezca tiene un contexto político claro. El exilio y la Dictadura de Pinochet.
Como toda obra, sea literaria, pictórica o audiovisual como la mencionada, hay un elemento que influye e incide en ellas en mayor o menor medida, conocido como contexto de producción. La vida y biografía del autor, de sus cercanos, amigos o conocidos, los hechos históricos, sociales, políticos o artísticos que vivió y la ideología, valores y visión de mundo que tenga ante la vida van a ser elementos que reflejará en su obra, más o menos literales, más o menos inferenciales. Hacer una lectura básica, precaria televisiva (ironizando con lo que instalan los medios) sería precisamente lo que buscan los medios de poder. Esta no es solamente una historia de ositos como leí por ahí es una metáfora clara, concreta y precisa de la vida de uno de los tantos exiliados y detenidos de una de las dictaduras más feroces y cruentas de Sudámerica. Cuando la derecha habla de no politizar, no ideologizar, mirar las cosas desde un prisma meramente divertido en su verborrea patriotera clásica de "los triunfos de Chile" olvida lo otro, pero no en forma casual, en la forma intencionada que precisamente los grupos de poder y la educación han instalado en los colectivos de varias generaciones. Trabaje harto, mire, pero no piense.
"La película del estudio audiovisual "Punkrobot" está inspirada en la historia del abuelo del director Gabriel Osorio, quien sufrió el exilio durante la dictadura militar. La historia relata la vida de un oso que es separado de su familia y es llevado a un circo." (http://www.bibliotecanacional.cl/615/w3-article-56418.html)
Más allá y reitero mucho más allá de los colores políticos, debemos desterrar conceptos tan nefastos instalados por ciertos sectores y asimilados por una no menor masa, que la ideología es mala, que criticar constructivamente, hacer una lectura o dobles lecturas de las cosas es solo para eruditos "intelectuales" y que tener una posición fundada ante la vida te traerá problemas. "Historia de un oso" es el claro ejemplo que ese es el camino, que se puede tener ideología, cosmovisión, rescatar la memoria histórica del país sin caer en panfletarismos, pero a su vez instalando la máxima que un país sin historia no puede construir su presente, tenderá a repetir sus mismos errores en el futuro y lo peor nunca tendrá identidad.

Para ti dónde estés...