viernes, 26 de octubre de 2018

Editoriales Cartoneras: Rebelión contra la reproducción técnica de la obra de arte

Año 2001, Argentina. La historia comienza ahí. Hace sólo unas semanas el presidente argentino de la época, Fernando de la Rúa, designa como salvador de la crisis económica que arrastra el país, hace ya un par de años, a Domingo Cavallo como Ministro de Economía. Los argentinos al poco tiempo escuchan por vez primera, la palabra que hará estallar de rabia, impotencia e injusticia a movimientos sociales, trabajadores, estudiantes, al pueblo en su totalidad: “corralito”.

De ahí en adelante, los hechos violentos del 20 y 21 de diciembre de ese año en plena Plaza de Mayo, “El cacerolazo”, saqueos, enfrentamientos con la policía. Estado de Sitio. Surge con más fuerza “el que se vayan todos”.
La represión como cada vez que el sistema imperante, elestablishment se ve en peligro fue dura, cruel, sanguinaria36 muertos en dos días de protestas. De la Rúa intenta una última salida, busca un gobierno de “unidad” la palabra manoseada por tantos gobiernos cuando todo se va al carajo, escapa de las manos, se asoma el abismo. Renuncia la tarde de ese 21 de diciembre, escapa en un helicóptero desde la Casa Rosada. ¿Y ahora qué se preguntaban los argentinos? Cuatro presidentes con efímeros mandatos hasta el 2003. Hasta que gana las elecciones y asume un tal Nestor Kirchner. Esa es parte de la historia, sirve de contexto.
Entre tanta pobreza, miseria, bala, sangre y saqueos surge la luz, fruto de la inteligencia humana, aquella capacidad que tiene a veces el hombre, para desde el caos y el horror construir, hacer algo valioso e imperecedero, legar algo. En pleno desorden institucional el año 2002 nace Eloísa Cartonera en Buenos Aires, el escritor Washington Cucurto, el artista plástico Javier Barilaro entre otros, deciden al tenor de lo encarecido de los insumos para fabricar libros tradicionales, emplear el cartón y otros materiales reciclados y reutilizables. La antigua Editorial Eloísa, recibe su apellido para siempre: Cartonera. Desde ese momento, una profunda y social alianza con innumerables cartoneros que ganaban el sustento por esos magros días, una manufactura artesanal única e irrepetible y el sentido de cooperativismo, van dando paso a paso, no sin sobresaltos, al surgimiento de la primera y más importante editorial cartonera del mundo. Había nacido el libro cartonero para quedarse.
Más allá de las diferencias, complejidades y sellos que cada editorial cartonera le imprime a sus textos, podemos encontrar ciertos lugares comunes: manufactura siempre artesanal, tapas de cartón, el empleo de diversas técnicas para colorearlos como la acuarela, témpera, tejido, tinta, recortes de prensa, el collage, fotografías, etc. ¿El tiraje? 20 a 30 ejemplares por producción. Todo a mano, uno, por uno, utilizando diversos tipos de encuadernación, belga, japonesa, greca. Nada en serie, un alto a la producción de la máquina de las grandes editoriales como latas de conserva. El libro vuelve a tener el aura de lo único e irrepetible, del trabajo del artesano, el que crea con sus manos, habilidad y destreza. Las editoriales cartoneras han provocado una rebelión contra la reproducción técnica de la obra de arte denunciada en los años cuarenta por el filósofo alemán Walter Benjamin. “…podría afirmarse que en la era de la reproducción técnica de la obra de arte, lo que se atrofia es su aura.” “… Al multiplicar las reproducciones, la técnica reemplaza el lugar de la existencia irrepetible por la repetición masiva.” Señalaba el alemán. En estos tiempos de producción en masa para satisfacer las fauces ávidas de consumo de la sociedad contemporánea, cada ejemplar además de una obra de arte en sí, es una proclama del verdadero y primigenio sentido del arte. Lo hecho con las propias manos.
Una idea que fluyó hasta los más recónditos lugares del orbe. Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Perú en Sudamérica; Alemania, España, Finlandia, Francia en Europa; México, El Salvador, Puerto Rico, República Dominicana en Norte y Centro América; Mozambique en África. ¿Qué tal? Pues el libro cartonero y sus editoriales tienen ciertas características que las hacen únicas y distinguibles de las tradicionales: La posibilidad que puedan publicar escritores desconocidos, noveles, emergentes, su bajo costo sin las cadenas de distribución tradicional propias del sistema de mercado. La mayoría de los títulos son distribuidos por sus propios autores, vendidos en ferias de editoriales cartoneras e independientes o en sus mismos talleres.
Y entre todos ellos, Chile. La extinta Animita Cartonera creada el 2005, Canita Cartonera Proyecto editorial llevado a cabo en la cárcel de alta de seguridad de la comuna de Alto Hospicio, Olga y La Joyita Cartonera, Editorial Opalina Cartonera en la quinta región, entre muchas otras. Chile aunque no se crea se ha convertido en el polo del libro cartonero a nivel latinoamericano y mundial. Es tan así este fenómeno que los días 19, 20 y 21 de Octubre se realizará en Santiago el VI Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras en la Biblioteca de Santiago. El evento se desarrollará a través de las siguientes actividades: Ponencias, mesas redondas, talleres de confección del libro cartonero, exhibición, venta y muestra de colecciones y presentaciones de libro (novedades editoriales). Asista, apoye y mantenga viva la llama del libro cartonero. Sea parte del arte en constante rebeldía.

viernes, 5 de octubre de 2018

Cuestión de banderas

Al menos no dijo que Estados Unidos está en el corazón de Chile, eso ya hubiese sido francamente patético. El actuar de Piñera en la tan manoseada y bullada reunión bilateral con Trump, no me da vergüenza sino asco. El mismo asco que siento cada vez más por este país y sus ciudadanos amantes de las botas manchadas de sangre y EE.UU. Piñera es lo que esa gente merece y los representa fielmente en su discurso ignorante, consumista, liviano, homofóbico, nacionalista y amante de lo material, los matinales y la telebasura. El lunes será el Show del Mar. Comida para los morbosos amantes del nacionalismo barato, ese chauvinismo más cercano a la aporafobia. La mayoría de los chilenos aceptan con agrado y pleitesía al extranjero, siempre y cuando sea rico, famoso o venga de turista. El que nos molesta es el pobre más allá de su bandera. Podemos regalar el litio, el agua, la energía, los recursos naturales a cuanta potencia mundial, pero nos escandalizamos con una salida al mar para Bolivia. Ojalá ganen el fallo. Díganme antipatriota. La patria y su bandera donde les quepa. La misma que Piñera ocupó en un imbécil meme.
Muchos plantean que la historia hay que olvidarla, dejarla atrás, mirar hacia adelante, en completa indiferencia y despreocupación ante la situación mundial y la interna. Su actuar demuestra en ellos el triunfo del capitalismo y el sistema imperante que desde la mayoría de nuestras aulas hasta los monopólicos medios de comunicación, han logrado adoctrinarlos por desidia, miedo u omisión. EE.UU o sus líderes y empresarios para tal vez no ser injusto con el resto de su gente (o parte) nunca ha querido el bienestar de los americanos. Su única preocupación siempre ha sido patear la jaula cada vez que algún país de su patio trasero ha levantado la voz y ha querido instalar un sistema distinto al neoliberalismo con aciertos y errores. Cuando los gobiernos o las dictaduras son de derecha no hay violaciones a derechos humanos, no hay condenas, no hay golpes en la mesa. En los años sesenta fue la“Alianza para el Progreso” grupo de países lacayos y serviles, por supuesto integrado por Chile que se arrodilló como siempre ante el más asesino de todos los países del mundo. Hasta que llegó Allende. Ya saben el fin de la historia.
Hoy nuevamente Chile y una serie de países gobernados por títeres derechistas, desfilan con otros nombres en un tal “Grupo de Lima”. Macri en Argentina, Duque en Colombia, Vizcarra en Perú, Piñera en Chile, sujetos donde en sus propios patios la violación de derechos humanos, represión policial e injusticias sociales son pan de cada día ¿O vivo en otro país y continente? El canciller de Venezuela Jorge Arreaza expresó tiempo atrás, en una agitada discusión con el traidor ex jotoso de los años verde olivo, Roberto Ampuero, que la democracia chilena no era ningún ejemplo para Venezuela ni país del continente. Que acertada expresión, la comparto plenamente. Estos días Donald Trump invita a patear la jaula y levantar a los militares en contra del gobierno de Venezuela (gobierno y no régimen como dicen los serviles medios de televisión chilena). El gobierno de Maduro puede ser malo, nefasto, bueno, muy bueno, no tengo la moral como se la arrogan miles de nuestros compatriotas para juzgar los gobiernos de otros países y no mirar el ombligo del propio. Más nefasto es leer al homo chilensis avalar y exigir un golpe de estado en Venezuela, teniendo como antecedente los tres a cuatro mil chilenos que murieron y fueron torturados a partir del golpe de Estado financiado por la CIA e ideado por Nixon. ¿Cuándo? desde que Allende llegó al poder y antes. La Casa Blanca detrás de todo, ya no es un mito. El mismo tío Sam lo confirma. Lea.
Han pasado más de 40 años de la fractura democrática en Chile, la ONU y la OEA siguen siendo un brazo de las políticas gringas en el mundo sin contrapeso. EE.UU puede inventar guerras, bombardear naciones, torturar pueblos, aniquilar ciudades, asesinar inocentes en aras de su asquerosa libertad. ¿Alguna condena? ninguna. Otros, los que no se alinean, son los del eje del mal, los terroristas. Hay que leer y leer historia, falta mucho, me sorprende el descaro en las redes sociales, el anticomunismo, el facherío pobre de la masa nacional. La vida es más que el reggaetón de moda, el pito de marihuana, la chela para el fin de semana y la vuelta al Mall. No es necesario apoyar el gobierno de Venezuela para condenar con el mínimo sentido común una posible intervención estadounidense en este país. Sería un nuevo crimen gringo. Siria, Irak, Afganistán, Vietnam, Chile el 73`, República Dominicana el 65`. Están habituados a hacerlo. Siempre hay una excusa y un enemigo que crear. El comunismo, el Islam, la historia bélica estadounidense parece una miserable película, lo trágico es que los muertos son reales, de carne y hueso. La invención del eje mal para esconder (o creer que esconden) la ambición del petróleo y nuevos territorios para sus empresarios hambrientos de poder. Siempre habrá una derecha conservadora, una iglesia complaciente y unas fuerzas armadas rastreras dispuestas a defender el interés de unos pocos. No lo digo yo, revise la historia. Nos unen a EE.UU valores como la “defensa de la libertad” vociferaba Piñera a la salida de su cornetera reunión. Trump y Piñera hablando de ¿derechos humanos?, dos representantes del atropello a la dignidad humana por pensar distinto. Recuerdo como nuestro “ético” e imputado presidente bramaba por el regreso del Dictador Pinochet, detenido en Londres gracias a las gestiones del juez Garzón. No, no olvido, hay historia, revise youtube.  Año 1998.
EE.UU, querrá darse nuevamente el gustito, siempre habrá países en este continente gobernados por esa derecha falsa, con masas sometidas a la dictadura de la televisión y el aberrante capital que de rodillas aplaudan sus ansias liberadoras. Unas bombas más, menos, lo que prima es la tierra fértil para nuevos negocios. Al fin de cuentas las víctimas serán en su mayoría inocentes y el pueblo que creyó en un sistema diferente al capitalista. Soy un convencido que cada pueblo tiene la libertad, esa que tanto balbucean los gringos y los derechistas, de darse el sistema de gobierno que como pueblo decidan. Lamentablemente han pasado doscientos años de la doctrina Monroe, casi sesenta de la antimarxista Alianza para el Progreso y nos siguen pateando la jaula. América para los americanos era el lema, nosotros el patio de sus juegos. Tal vez el mundo sería muy diferente sin EE.UU. Soñar no cuesta nada.

El mágico pedaleo de Sergio Tormen

Corría el mes de septiembre y como en muchos establecimientos este año, también se había dado una semana de vacaciones de fiestas patrias. Al igual que en Navidad, estas fechas son alegres para mí (o ya no tanto desde la muerte de mi padre), por la alegría que nos brindan estos días de descanso y ocio para leer, compartir con seres queridos, recorrer la naturaleza y perderse lejos del mundanal ruido.
Ese septiembre de 1988 era, eso sí, muy diferente al de ahora, pues el olor a empanadas, asado, leña y carbón humeante, árboles en flor y viento primaveral estaba acompañado de tal vez uno de los momentos más importantes a nivel electoral de la historia de Chile: El Plebiscito del SÍ y el NO. Por esos días, en espera del anhelado pero incierto 5 de Octubre, junto a mi hermano Juan Luis y mi prima que producto de esas pequeñas vacaciones se encontraba en nuestra casa, comenzábamos cada tarde a dibujar y pintar en hojas de cuaderno, unas especies de panfletos con la consigna: Vota por el NO y el respectivo arcoíris del “Chile la alegría ya viene” que nos sacaría de las sombras y opacidades de la Dictadura Cívico – Militar de Pinochet y la derecha chilena. Niños de entre 9 y 10 años que con completa inocencia desperdigábamos los infantiles panfletos en los pasajes y calles del barrio, que por lo demás desde la asunción del dictador, se había llenado de milicos en su mayoría y algún sujeto de la CNI decía el mito. No imaginábamos el riesgo que tal vez corríamos.
Éramos un grupo de niños, que como tantos otros, teníamos entre comillas la fortuna de querer que cayera la dictadura bajo el arbitrio de las urnas, sólo por el hecho de escuchar los relatos de nuestros padres y no por el asesinato o desaparición de un familiar. Nuestros viejos nos comentaban sus idas a concentraciones porteñas, cacelorazos nocturnos y vivenciábamos la enseñanza militar del tomar distancia, desfiles eternos en la escuela y sentirse de izquierda por el sólo hecho de ser pobres. Con los años entendería que hay más fachos pobres de lo que alguna vez imaginé y que peor aún, avalarían sin reparos y ni un tinte de reproche, diecisiete años de torturas, asesinatos, violaciones a los derechos humanos y desigualdades sociales y económicas abismantes, que por lo demás siguen sin subsanarse. Para mí no hay perdón ni olvido. Sobre todo olvido.
Como nosotros, un grupo de niños, con edades similares a las nuestras y sólo algunos años antes, dan inicio a una hermosa historia, con cruces geniales de realidad y ficción. Entre saltos y piruetas en bicicleta, bolsas de bolitas y el calor del verano santiaguino de 1986, su persistente curiosidad y la rueda pinchada de una Caloi, los hará llegar a un taller de bicicletas atendido por un viejo gruñón llamado Don Anselmo ex entrenador de ciclistas y hallar en su morada un tesoro: Tres fotografías de la Revista Estadio de un anónimo ciclista fechadas en 1973. Estas líneas darán inicio a la hermosa novela juvenil “La Bicicleta mágica de Sergio Krumm” del escritor chileno Marcelo Guajardo. Con un relato dulce y propicio para niños, el libro va desentrañando una historia triste, pero recurrente en la historia reciente de nuestro país. La de los detenidos desaparecidos durante el régimen de Pinochet, el mismo que hace casi treinta septiembres deseaba al igual que mi familia acabara para siempre.
A tu memoria Sergio Tormen
Revisando el sitio www.londres38.cl, me entero que Sergio Daniel Tormen Méndez nació el 27 de abril de 1949 en Santiago. Trabajaba como mecánico de bicicletas en un taller propiedad de su familia ubicado en la comuna de San Miguel y era ciclista. Entre sus logros deportivos, destacaba el campeonato nacional en 50 kilómetros y persecución, ganado dos veces, el circuito Rengo y el Jaime Eyzaguirre. Militante del MIR, fue detenido el 20 de julio de 1974, a los 25 años, por agentes de la DINA junto a su hermano Peter Tormen Méndez en el taller donde trabajaba. Horas antes ya había sido detenido en el mismo lugar su amigo y compañero de militancia Luis Julio Guajardo Zamorano. Dos días después Peter Tormen fue dejado en libertad, sin embargo, los otros dos detenidos permanecen desaparecidos hasta hoy.”
Pues sí, aquellas fotografías que estaban en las paredes del taller de Don Anselmo, según la novela y bajo el nombre de Sergio Krumm, hacen referencia a uno de los grandes ciclistas de la historia de Chile. Tormen Méndez, al momento de su detención y desaparición hasta nuestros días, era un reconocido bicampeón nacional de ciclismo. Este hecho demuestra que los agentes de la dictadura no tenían contemplaciones para hacer desaparecer a cualquier ciudadano no importando incluso que fueran famosos deportistas a nivel nacional y sudamericano. La novela ficcionaliza los verdaderos nombres de aquellos que por pensar distinto fueron torturados y asesinados en Londres 38. Siguiendo la historia, los niños logran que el viejo Don Anselmo relate que sucedió con aquella estrella del ciclismo colgada en la pared. Sergio Krumm y Luis Tapia eran amigos inseparables. Ese día Luis (quien en realidad era el mirista Luis Guajardo Zamorano) fue secuestrado primero desde el mismo taller, dejando sólo un bolso. Horas más tarde Sergio y Peter de solo 14 años (Sergio y Peter Tormen) fueron interrogados y detenidos por funcionarios de la DINA. Con los años sabríamos que los demenciales agentes eran Manuel Contreras y Marcelo Moren Brito. La razón, haber querido ocultar el bolso del amigo y leal compañero de Krumm. Ese noble gesto decidió la suerte del deportista nacional para siempre. Don Anselmo también señala en la triste confesión, que pasadas las 21:00 hrs de ese siniestro día, él también fue detenido en su casa, colindante al taller y que vendado al igual que el menor de los Tormen, estuvo secuestrado dos días. Su nombre real Juan Andrés Moraga Gutiérrez entrenador del equipo chileno de ciclismo.
 Desde ese día Peter Tormen de tan sólo 14 años y toda su familia ligada al ciclismo nacional, sufrieron el dolor y tormento de aquellas que vieron como alguno o varios de sus seres queridos eran exterminados por la Dictadura Militar. Tocaron puertas, pidieron justicia, sufrieron la indiferencia de los aparatos estatales, tal vez los mismos que hoy piden unidad nacional, claman por reconciliación, y prostituyen la palabra perdón harta el hartazgo. ¿Merecen perdón? ¿A quién le exijo el perdón? El filósofo francés Jacques Derrida en un ensayo titulado “Perdonar lo imperdonable y lo imprescriptible” señala a ciencia cierta varios axiomas que rigen el caso de Tormen, Guajardo y los miles de chilenos torturados, asesinados y desaparecidos bajo el régimen de Pinochet y la derecha.
No olvidar, la derecha chilena. Derrida señala por ejemplo que “Nunca deberíamos perdonar en nombre de una víctima, y sobre todo si está radicalmente ausente en la escena del perdón, por ejemplo, si está muerta.” Por ejemplo, el discurso fundacional de nuestra alicaída vuelta a la democracia, en manos de Patricio Aylwin, el 11 de Marzo de 1990 con la postal de la enorme bandera cubriendo el césped del Estadio Nacional y pidiendo un perdón personal e institucional a todas las víctimas del terrorismo de Estado, tampoco tiene ningún sentido, más que un borrón y vamos hacia delante. ¿Aylwin y cualquier personero de este país tiene el derecho, el poder, para pedir perdón a más de una persona? ¿A un grupo, a una comunidad, a un país? Para el filósofo francés el perdón al menos para tener asidero, debe descansar al menos en dos principios: Primero que sea cara a cara y en segundo lugar que “aquél que desea el perdón, debe sentir la culpa, buscar la expiación, atormentarse con lo que hizo, básicamente arrepentirse. ¿Hemos visto esta actitud en las golpistas FF.AA chilenas? Nunca. Y nunca sentirán arrepentimiento. Para que haya realmente perdón y ese forzado sentimiento de unidad nacional en Chile, los militares y todos aquellos procesados, encarcelados y enjuiciados por crímenes de lesa humanidad debiesen sentir un día el tormento de lo realizado y empatizar con las víctimas en aras de la tan manoseada reconciliación. Seamos honestos ni las FF.AA ni peligrosamente una parte no menor de la población civil chilena siente un ápice de remordimiento o empatía para condenar los 17 años de dictadura pinochetista. La ignorancia y frivolidad, es más, de las nuevas generaciones hacen mofa de lo ocurrido y enaltecen la figura abyecta del tirano.
Mientras esperamos que Chile madure en su eterna infancia cívica y alguna vez exista el verdadero perdón, la novela y la historia de los Tormen, nos entregan una pequeña alegría, un botón de justicia, la que tan esquivamente han logrado como familia. Peter Tormen, aquel niño de 14 años secuestrado por la DINA, castigado con el dolor de la pérdida de su hermano, un 28 de noviembre de 1987 se convirtió en el segundo chileno en ganar “La Vuelta Ciclista de Chile” en el ocaso del régimen de Augusto Pinochet. La victoria tenía nombre y apellido Sergio Tormen Méndez. La lucha incansable de su madre hasta la locura, su hermana y hermano mayor Richard, ahora entrenador del equipo, tenían una pequeña recompensa. El destino a veces es dulce, se ríe en la cara de los despiadados. En plena transmisión y bajo la agobiante censura de Televisión Nacional de Chile, la prensa pinochetista  le asesta la interrogante que no podía dejar pasar y cuya respuesta la sabía desde que su hermano jamás regresó: “¿A quién le dedicas el triunfo, Peter?”, “A mi hermano Sergio, detenido desaparecido”, respondió. La pantalla se fue a negro, tan negro como ese periodo de nuestra historia.  Peter Tormen y la bicicleta mágica de su hermano seguirán pedaleando hasta el cielo. Sin perdón, ni olvido.

martes, 18 de septiembre de 2018

“El Verbo” de Pablo Carreño Grendi: Educación y lucro en Chile

La palabra verbo me es obligatoriamente familiar producto de mi profesión, veta humanista, placer lector o incipiente carrera de escritor. Clase de vocablo además, dotado de variadas acepciones. Por un lado, utilizado para expresar acciones, procesos, estados, por otro denota oratoria, capacidad de expresarse. Hay una más. Tomado bíblicamente como metáfora de Cristo. Todas y cada una de éstas se manifiestan en la intervención homónima del artista visual Pablo Carreño Grendi realizada en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de Viña del Mar y dentro del proyecto PEV (Ponte en vitrina) organizado por la Sala Carlos Hermosilla de la ciudad jardín. La obra sorprende por su coherencia y vigor ante uno de los tantos flagelos que sufre no solo la educación chilena sino nuestra sociedad. El lucro. El filósofo francés Jacques Rancière lo ejemplifica en la siguiente reflexión: “La ley del lucro capitalista reinaría en el mundo por que el hombre democrático es un ser de desmesura, devorador insaciable de mercancías, de derechos humanos y de espectáculos televisivos.” Nada más acertado a mí parecer.
La vitrina se yergue ante nuestros ojos con un fondo en azul y rojo, réplica del logo ministerial  que  luce la alegoría de un sacapuntas y lápiz grafito simbolizando la escuela y el pico en el ojo que hemos sufrido desde los tiempos de la alegría ya viene (o mucho antes) donde a todo se le puso un precio y todos (o la mayoría) se vendieron o pusieron un precio a sus cabezas y a sus almas siguiendo el tenor religioso, una de las vertientes de la muestra. Vienen a mi mente los años de dirigente estudiantil durante la Revolución Pingüina del año 2006 o las movilizaciones contra el lucro en la educación del 2011. En esta última, ya siendo profesor, me despidieron precisamente por apoyar una toma de los alumnos. En otro colegio la sostenedora con voz de sabiduría me dijo cierta vez: “Si están en contra del lucro, tampoco ustedes debiesen cobrar su sueldo.” Una de las iluminadas reflexiones que he escuchado en mi tránsito por el sistema educativo chileno. Han pasado siete años, no ha cambiado mucho.
Vuelvo a la obra. Escrita en el logo la conjugación del verbo lucrar, emergen Yo lucro, Tú lucras, Él lucra, sobre todo Ellos lucran. Pienso en los sostenedores que se sostienen a ellos mismos y sus parasitarias familias donde el desfile de hijos, cuñados, hermanos y hasta nietos copa los puestos directivos cual carrusel del pituto chilensis. Nunca les ha importado la educación, sólo sus bolsillos, su negocio. Se está rompiendo el techo del gimnasio. Hagamos un bingo dijo un tal Varela.
Es interesante y sumamente actual reitero, el conjunto de elementos dentro de la intervención, donde cada uno de ellos cumple una función discursiva tanto en su individualidad como su conjunto. La presencia de un cáliz, el vaso más importante entre los vasos sagrados lleno de monedas y cubierto por un purificador, expresa la inequívoca denuncia como el dinero corrompió desde la época de los mercaderes de Cristo algún intento de ayudar al hombre a través de la religión, solo con buenos actos sin dinero mediante. Cáliz lleno de monedas, otras esparcidas sobre el corporal y el paradójico mandamiento no robarás. Fichas de cien pesos compuestas de 92% de cobre, 6% níquel y 2% de aluminio. En casi su totalidad elaboradas con el llamado “Sueldo de Chile” el mismo del 10% de la ley reservada del cobre, el Milicogate, las altísimas pensiones de Capredena, el patrimonio inexplicable del ex Comandante en Jefe Juan Miguel Fuente – Alba, el desfalco en Carabineros y puedo seguir toda la columna. ¿Qué manera de lucrar no? O robar mejor dicho.
Como señalaba, el cáliz y el vino contenido en éste, se usa a menudo como si fuese sinónimo de la sangre de Jesús. Que haya monedas y no vino en el recipiente es sinónimo que todo se puede comprar incluso el recuerdo y la dignidad de los niños violados por sacerdotes o de la sangre derramada cada vez que en este país se luchó por hacerlo un poco menos injusto y desigual.  Delante del vaso es interesante la presencia del confort de la colusión, el de las siete lucas, el que me pide pagarle la sostenedora amante del billete (según ella para ahorrar) en el particular subvencionado quilpueíno y tantos otros desperdigados por este país. Irrumpe el no robarás estampado de bordes dorados en un corporal blanco. Imagen del cambio de auto cada dos años, mientras las salas se llueven, escasean los datas o no hay confort (como señalé) y somos artífices de cuanto bingo y plato único se les ocurre a estos mercaderes de la educación para no tocar sus bolsillos, sino el de los otros, los del apoderado arribista que está dispuesto a pagar lo que sea por mantener su estatus y la del profesor (a)  lameculos en esa normalización de ponerse la camiseta a costa de incluso gastar de su miserable sueldo para salvar la institución, “la familia”. Los sujetos actuales no se resignan a instalarse, sin más, en la vacuidad del binomio consumidor/asalariado señala el filósofo francés Alain Badiou, no salen de ese margen. Los dueños del sistema lo saben y explotan esto. Nos hacen jugar su juego, con sus reglas, vencedores y vencidos.
Pero hay una esperanza, siempre hay una luz al final del túnel, en este caso del apagón cultural chileno. Completan la intervención un velón blanco y dos velas rojas. Desde tiempos antiguos la vela se ha usado como un símbolo de la luz de Cristo. Están apagados, hay que encenderlas, salir de la caverna, des-normalizar la ignorancia, el consumismo, el aparentar. Desacralizar el lucro. ¿Será posible? Si Cristo volviera lo crucificaríamos de nuevo. Estoy seguro.

domingo, 5 de agosto de 2018

Teatro Odeón: Cien años de historia y sueños


“Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza.” Esta es una frase del poeta y dramaturgo francés Paul Geraldy, que me hace en lo particular sentido con la exposición y lucha conjunta que un grupo de vecinos de Playa Ancha en la ciudad de Valparaíso, han iniciado hace ya un par de años en aras de la recuperación del extinto Teatro Odeón en el cerro porteño. Memoria y ciudad es la conjunción, el nexo que establece el equipo del Estudio Flok de Arte y Arquitectura para, desde la exhibición de la muestra Cien años no es nada -que estuvo en el Centex hasta el 24 de junio-, aportar a esa reconstrucción del pasado que desde el ayer, intenta navegar las turbulentas aguas de este presente de cultura líquida, efímera y fugaz, de consumidores ávidos y voraces de lo nuevo y la moda en desmedro de lo imperecedero y profundo del arte pasado o menos mercantil. 
Derrotar esta idea de cultura del siglo XXI, es precisamente lo que intentan además de los artistas, un grupo de vecinos del entorno del teatro (que cada vez suman más) y que se reúnen con la firme intención de rescatarlo del abandono y de una posible demolición, constituyéndose como persona jurídica en el año 2017 con el rótulo de Asociación Teatro Odeón de Playa Ancha. En una época donde el arte en su mayoría también ha caído bajo los efectos del clientelismo, donde el producto se disfruta y olvida rápido para que vengan otros como anaquel de supermercado, que la memoria y la reconstrucción histórica tengan vigencia en esta causa es más que valioso y plausible.
¿Dónde habita la memoria de la ciudad? ¿Cómo se construye esta memoria? ¿Qué sueña y rememora este espacio común, privado, público? ¿Cómo es un recuerdo colectivo y personal a la vez? ¿Qué nos reúne hoy en el diálogo compartido? Preguntas desperdigadas sobre los muros de la exposición, interrogantes hechas a diversos vecinos del histórico teatro y que pueden ser externalizadas a cada visitante de la muestra o a cada lector de esta columna. Pues el modus operandi de los creadores de la muestra fue precisamente desde el año 2007, iniciar una seguidilla de entrevistas para reconstruir la memoria, unir esos trozos de experiencia individual en aras de armar un imaginario colectivo sobre la importancia de volver a tener un teatro en el cerro Playa Ancha. Fue don Manuel Peralta Arlegui uno de los principales tejedores de esta historia, narración oral de quien, al ser vecino del Odeón, aportó desde su mirada elementos importantes para imaginar el edificio desde el ayer hasta un anhelado futuro. Por ese entonces el teatro funcionó como estacionamiento por más de dos décadas sin embargo seguía vivo en la memoria colectiva de la ciudad. Las entrevistas y algunas fotos del pasado han ayudado a armar ese ideario y darle cuerpo a la esperanza de un teatro que abrió sus puertas el año 1911 en la calle Patricio Lynch (1918 el edificio refaccionado) para tener una última función en 1974.
La primera obra que nos recibe dentro de la instalación se denomina Umbralestructura tridimensional, de acero galvanizado, casi tres metros de alto que homologa en un plano precisamente literario o cinéfilo uno de los doce pasos del viaje del héroe o El héroe de las mil caras de Joseph Campbell, grupo de héroes personificados en los anhelantes defensores de la recuperación del teatro y que han decidido cruzar el umbral de este mundo para acceder a otro nuevo, que emerge desde el pasado pero que clama traerlo al presente como parte de nuestra identidad e historia porteña. Como dicen precisamente los artistas en el proyecto “Lo que fue extirpado en el pasado para dar lugar al uso de estacionamientos traerlo a presencia para invocar un futuro armónico entre un pasado tan intenso como sala de las artes y un futuro con una renovada vida”.
El Biógrafo, segunda obra que analizo en mi recorrido, consiste en una réplica del teatro en felpa de color rojo italiano, el bordado en hilo ancla sitúa el antiguo inmueble en la cima del cerro, tal cual mímesis de la Acrópolis, botones cocidos a su alrededor emulan los espectadores que en filas ascienden hacia él para asistir a una de sus tantas funciones. Enclavado como un fuerte, desprende una alfombra roja ligada al terruño porteño para dar la bienvenida a los asistentes. Es simbólico además el nombre que recibe la estructura, el chilenismo y a esta altura arcaísmo “biógrafo” para referirse antiguamente al cine, fue un giro idiomático empleado en nuestro país y al parecer también en Uruguay según lo investigado por Pedro Lira Urquieta, académico de la lengua, en su libro Estudios sobre vocabulario de 1973.
Por último, rescato Fragmento de memoria, donde una serie de cubos entrelazados apuntan a dibujar, reconstruir aquella memoria fragmentada, astillada, dispersa como un rompecabezas en la expresión de partes que anhelan la construcción de un todo, nuevo y mejor. Cada cubo elaborado de cartón piedra, enuncia junto a las fotografías que están inmersas en estos, las miradas individuales, subjetivas, vivenciales que el proyecto recaba para edificar esa mirada colectiva anhelante de un teatro playanchino. La memoria en lo múltiple y en lo particular; en lo colectivo e individual a la vez. El cerro Playa Ancha y su gente reconocen al Odeón como parte suya. Susan Sontag en su novela Sobre la fotografía nos señala que “Una fotografía es a la vez una pseudo presencia y un signo de ausencia. Como el fuego del hogar, las fotografías -sobre todo las de personas, de paisajes distantes y ciudades remotas, de un pasado desaparecido– incitan a la ensoñación. Mediante las fotografías cada familia construye una crónica-retrato de sí misma, un estuche de imágenes portátiles que rinde testimonio de la firmeza de sus lazos”.
Los cubos y sus fotografías representan ese sinfín de miradas, presencia y ausencia, pero también las proyecciones de los recuerdos, las escenas de películas, las opiniones entrelazadas, ensoñaciones y nostalgias que apuntan a restaurar esa memoria colectiva, o como dice Sontag instalar una crónica – retrato de esa comunidad local. Muchos se han unido a esta causa, más o menos cercanos al entorno del inmueble, sin embargo las distancias no importan, las edades tampoco, más que mal como dijo Shakespeare hay algo que nos une por sobre distinciones étnicas, de género o etarias: “Todos estamos hechos del mismo material que los sueños.” El Teatro Odeón de Valparaíso espera por ellos.


jueves, 26 de julio de 2018

“El niño que vive en mí”: La memoria y el recuerdo que nos permite seguir


La importancia de la memoria y la infancia han sido desde siempre el motor para reconstruir nuestro presente o intentar comprender el pasado y los avatares que a la luz del paso del tiempo han forjado nuestro carácter y existencia. Desde los filósofos Walter Benjamin con “Infancia en Berlín hacia 1900” o el italiano Giorgio Agamben en “Infancia e historia” por nombrar solo a dos, la preocupación de situar la infancia como edad primera en la génesis de este camino llamado vida, ha llevado no sólo a filósofos, sino también a poetas, pintores y diversos escritores a expresar desde el recuerdo momentos imperecederos de su tránsito por este mundo.
En lo personal me identifico con las novelas o ensayos que tienen como leitmotiv la memoria, el recuerdo y en lo particular la niñez. Escribo sobre ello, apuntando a mis experiencias personales, pero esta vez llamó mi atención una pequeña novela que relata las memorias de un niño lotino en la década de los sesenta. “El niño que vive en mí” del escritor chileno Rigoberto Acosta Molinet y la homónima Obra de Teatro con títeres de hilo, de la Compañía La Sirena en base a la adaptación del mencionado libro, la cual presencié hace un par de semanas en el Teatro Museo del Títere y el Payaso ubicado en el Cerro Cárcel de Valparaíso.
 La obra de marionetas “El niño que vive en mí. Crónicas de un niño lotino” como señalaba, está basada en los cuentos y poemas del escritor oriundo de la ciudad del carbón y que relata sus vivencias en el pabellón 55 y 56 de Lota alto entre los años cincuenta y sesenta. Este proyecto se adjudicó fondos regionales para su montaje y en él trabajan Jonás Montecinos, realizador y manipulador titiritero, Tania Corvalán, Directora, diseñadora, realizadora, compositora e intérprete musical y manipuladora titiritera y Romina Cares como ilustradora, compositora e intérprete musical y manipuladora titiritera.
Desde que vi en redes sociales la promoción de la función, la temática inmediatamente captó mi atención. Debo reconocer que no soy muy asiduo al teatro y que por lo demás es la primera vez que asisto a una función de marionetas. Las expectativas eran altas y se cumplieron a cabalidad. Un lugar mágico donde te sumerges en la historia de los títeres y los payasos, además de una cordial bienvenida, me hizo augurar una maravillosa tarde. Ya sentado en las butacas del pequeño teatro, entre niños y adultos, surge el personaje de Rigoberto Acosta Verdejo (padre del escritor) quien llega a la ciudad de Lota buscando una fuente laboral. En ese deambular conoce a María Berta Molinet vendedora de pan quien con el pasar del tiempo se convertirá en su esposa y madre de nuestro protagonista: el pequeño Rigo. Este niño de nueve años es quien junto a sus padres el que nos va relatando desde su mirada infantil el contexto histórico de la década de los sesenta en la ciudad sureña. Años en que la injusticia social, las huelgas, la pobreza y el catastrófico terremoto de Valdivia azotaron la geografía política y social de Chile.
La obra teatral, tiene una hermosa y valiosa virtud, pues hecha para niños no pierde la sensibilidad y ternura del protagonista en aras de igual manera instalar demandas históricas de los trabajadores del carbón y sucesos olvidados intencionalmente por la historia oficial chilena. Rescato positivamente el juego constante entre el rol central de los títeres con los creadores de la misma (los titiriteros), que vestidos a la usanza de los mineros del carbón aparecen por momentos en escena para a través de arreglos musicales y potentes canciones conseguir aún más, la atención de los espectadores. Los titiriteros entran a escena con el propósito de otorgarle un cuerpo interesante a la trama, no restando para nada importancia a los títeres o marionetas de hilo que son quienes nos hacen llegar desde la memoria y el recuerdo, los años duros de los trabajadores del carbón. Tan o más duros como han sido los sufridos por los trabajadores chilenos a lo largo de la historia, muchas veces masacrados, castigados e ignorados en pos de mejores condiciones de vida por nefastos gobernantes de turno.

El pequeño con la inocencia y ternura que lo caracteriza, hace un recorrido de aquellas tardes en que vendía piñones calientes para aportar a la economía del hogar recibiendo las bromas de sus vecinos, las conversaciones con su madre en espera que regrese del agotador día laboral el padre y la relación con su progenitor mientras esperan que la madre vuelva a casa después del cuidado de una vecina. Años duros de los hijos del carbón que tanto Rigo como sus padres narran de forma limpia, dulce y diáfana con la bondad de aquél que se sabe explotado y sufriendo las injusticias de un mundo desigual, pero que no deja de creer que una de las formas de aguantar el pisotón de los poderosos es aferrándose al calor de la familia, la complicidad del cariño paterno, materno y el fuego del hogar.
“El tiempo pasó de prisa ya llegaron los sesenta, la carencia se agudiza el minero se lamenta, es que este mal sueldo provocaba al minero desaliento que urgente necesitaba en su hogar el alimento.” Estas líneas son parte de la letra de una de las canciones que suenan en el clímax de la obra. Los artistas marchan al compás de la música y exhiben un cartel con la proclama “Cada obrero un combatiente”, pues sí, la obra hace más que un guiño, inteligente y coherente al contexto de la época, resalta un hecho olvidado entre tantos de nuestra historia llena de borrones y omisiones históricas al servicio de instalar una línea única republicana. Los artistas representaban en escena la Huelga Larga del Carbón de Lota.
Iniciada el 17 de marzo de 1960, tuvo una duración de casi 100 días, pudiendo prolongarse aún más si no hubiera ocurrido el mega terremoto que azotó el sur de Chile. La tozudez del gobierno de Jorge Alessandri y las duras condiciones a las que se enfrentaban las familias mineras a raíz de la huelga, acrecentaron el conflicto. Los mineros llamaron para el 12 de mayo a una gran marcha hacia Concepción, que según la información oficial habría convocado a más de 18.000 personas y contado con la participación incluso de Clotario Blest: Esa fue la última gran manifestación de los trabajadores del carbón  tras 97 días y que terminó abruptamente el 21 y 22 de mayo por el terremoto y maremoto que asolaron todo el sur de Chile. Acontecimiento que las marionetas también lo viven, sufriendo el sacudón telúrico que los tiene afirmados para no caer en el umbral de la puerta, bajo el sonido y el audio de la catástrofe  que impregna de realismo la escena. Este desenlace junto al himno de los mineros cantado por ellos, va poniendo fin a la obra, que cierra coherentemente su relato.  Los títeres siempre juntos ante la adversidad, una adversidad que va desde lo humano a las inclemencias de la naturaleza, aquellas que sufrimos, lloramos y expiamos en especial en nuestro país, para hacernos recordar de vez en cuando los ínfimos y pequeños que somos. Sólo egos colosales, bañados en los metales del materialismo para de un remezón, hacernos volver a caer al sitial que merecemos.
El pequeño Rigoberto y su familia, nos dejan la hermosa lección que ante todos los obstáculos y desgracias que uno puede sufrir en la vida, no debe perder nunca la esencia de nuestra finitud y por ello atesorar hasta lo más profundo los bellos momentos.  No olvidar nunca que somos seres mortales de corta data y como señala el autor de la novela, que inspira esta obra teatral, pensar que tal vez, todos tenemos un niño que se niega a morir, a ser derrotado por los trajines de la vida y el ocaso de los sueños. Éste lucha ayudado en la memoria, el recuerdo y la reflexión, pues como dijo el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau,  ‘Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre’. La historia de Rigo y mi propia experiencia me hace creer hasta el día de hoy firmemente en ello.


Gonzalo Ilabaca y los itinerarios del hambre en nuestra América


“En toda dirección corre el mundo para ganarse el pan”. Esta idea asertiva que recorre la historia de la humanidad, dio título a un conjunto de obras del artista Gonzalo Ilabaca expuestas en la galería de arte Bahía Utópica de Valparaíso hace unos meses. El pintor, nacido en Concepción y de formación autodidacta, ha buscado en el periplo itinerante del viaje la fuente inacabada de inspiración para sus obras. Chile, India, Indonesia, Nepal, Tailandia, México y Guatemala han sido parte de su recorrido. Es la vivencia, el contacto con lugares, pueblos, el alma geográfica de diversos rincones del planeta y su gente lo que hace coherente ese itinerario gris de las hambrunas, las desigualdades, la violencia, el éxodo y la sangre que carcome la historia de la humanidad expresada en estas pinturas. “Son pinturas simbólicas que muestran la historia del hombre a través del hambre. Del hambre parte todo”señala el artista.
Concentra mi atención dentro de la treintena de cuadros de Ilabaca, algunos en particular por la temática, lo intenso de sus colores y el mensaje que expresan. África y el azúcar son dos de ellos, el color rojo y las imágenes de seres humanos en extrema delgadez, de visibles costillas, probablemente por la miseria y el hambre que retrata la exposición en su conjunto, no hacen más que recordar las injusticias, saqueos y esclavitud entre tantos vejámenes que indígenas, africanos y afroamericanos sufrieron y siguen sufriendo en esta sociedad donde todo es mercancía y cada uno de nosotros para el sistema y sus voraces dueños tenemos un precio. La pintura figurativa de Ilabaca retrata de magistral y denunciante manera el hambre y las condiciones infrahumanas que producto de las invasiones coloniales en nuestros pueblos realizaron los europeos a costa de llenar los bolsillos de sus parasitarias monarquías. El rojo color predominante en la mayoría de las obras representa y simboliza claramente por un lado la sangre derramada, los genocidios, torturas y atrocidades que cada uno de los territorios conquistados y colonizados por el europeo blanco sufrieron.

Este es el color de la pasión, la violencia, la guerra y la revolución. Revoluciones que, en URSS de la mano de Lenin, China con Mao, México con Emiliano Zapata y Pancho Villa o la de Haití con Dutty Boukman, Toussaint L’ouverture y Jean-Jacques Dessalines entre muchas más, han intentado, precisamente por vivir bajo el yugo de la opresión y del hambre, cambiar el curso de la historia.
Mientras me encontraba buscando información y leyendo fuentes para esta columna revisé una serie de documentales y textos sobre el pueblo hermano de Haití, como el brillante libro Las Venas Abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Sí, hermano, extraño el término para muchos compatriotas que han hecho del racismo, clasismo y xenofobia un arma detestable que los empequeñece aún más como seres humanos. Este pueblo hermano, desde sus orígenes sépalo usted, fue sometido a la esclavitud más aberrante de manos de los de siempre, de aquellos que dijo alguna vez Karl Marx llegaron chorreando lodo y sangre para llenar las fauces más hambrientas y voraces del por ese entonces incipiente capitalismo. Haití fue saqueado, sus habitantes torturados, sometidos a oprobios y vejámenes por franceses y españoles que al igual que en estas tierras, llegaron a colonizar, evangelizar y llevarse todo en aras de la riqueza de unos pocos. Por siglos Haití, ahora en la más absoluta pobreza, llenó las arcas de Francia, Holanda y España a costa de la explotación sin ningún desparpajo del azúcar, café y algodón, todo con la mano de obra más barata que un capitalista puede ocupar: la esclavitud. Pero precisamente fue ese pequeño país, orgullosamente negro ahora en el suelo, quien fue el primero que se alzó y rebeló contra franceses, incluido Napoleón hasta lograr su independencia. En el siglo XX, y con la historia familiar de dictaduras corruptas, apoyadas por EE. UU, siguió además pagando una millonaria indemnización a Francia. ¿La razón? tener la patudez de querer ser digno, libre, emanciparse.
Al igual que en Chile, en el año 2010 sufrieron un terrible terremoto, que hasta el día de hoy los tiene en el suelo. Ese es Haití, un país que como tantos sufrió y sigue sufriendo por las ansias de poder de otros que exhiben sus avances culturales, científicos y tecnológicos a costa de destruir otros, el admirado blanco europeo. Para mí haitianos, bolivianos, peruanos, argentinos y cada uno de los habitantes explotados de esta América Latina, las cabezas negras, los salvajes, los bárbaros son mis hermanos, pues nos une no solo vivir en el mismo continente, sino la misma historia de opresión, injusticia, genocidio y saqueo. La historia del hambre en nuestro continente.
Finalizo esta columna resaltando el interesante trabajo expuesto en una serie de pinturas tituladas La cuchara, y El mal vecino. Desfile de seis obras que exhiben los cuerpos exangües, mal nutridos y apesadumbrados de una pareja que posiblemente emigra desplazados como he planteado en estas líneas, por culpa de la avaricia de otros. No es casualidad que precisamente el cuadro El mal vecino se encuentra al lado de otro que representa a un hombre esmirriado, con calaveras en sus cabellos al igual que el árbol que lo acompaña. El reflejo de la muerte, el señor de la muerte echando raíces. ¿Será una metáfora de los gobiernos de EE. UU? Hay que revisar la geografía de las guerras, hambrunas, golpes de estado y pobreza en nuestro continente para darse cuenta de que en mayor o menor medida siempre han estado metidas las manos sedientas de petróleo, cobre y recursos naturales del imperialismo gringo.
Es la coherencia y pertinencia del discurso pictórico lo que valoro inmensamente de esta muestra. Soy un convencido que el arte debe tener una posición, un relato. “De los viajes, de los libros, de los sueños, lo importante para mí siempre ha sido volver a casa con un cuadro, porque sé que el pintor es el guardián de todo lo que va a desaparecer”, reflexiona Ilabaca resumiéndolo todo.
En tiempos de seres humanos sincrónicos (término creado por la socióloga Elzbieta Tarkowska), que viven únicamente en el presente y no prestan atención a la experiencia pasada o a las consecuencias futuras de sus acciones, exposiciones como ésta que permitan luchar contra la dictadura de lo efímero y el desprecio a la historia son dignas y urgentes de visitar.

domingo, 10 de junio de 2018

Dejá Vú: IVA al libro, alienación y gobernantes nefastos

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El pasado lunes celebramos un nuevo Día Internacional del Libro, del derecho de autor y la lectura en general, donde cabe siempre plantear la reiterada pregunta del por qué los chilenos leen tan poco y cuáles son las medidas para subsanar esta carencia actual de cultura en nuestra sociedad. Una de las razones y luchas históricas que han dado algunos preocupados por el tema, es la eliminación o disminución progresiva del impuesto que actualmente grava los libros en Chile. Fue durante la dictadura cívico –militar de Pinochet que en el año 1976, el impuesto al valor agregado se comienza a aplicar a los bienes culturales. Países como México, Brasil, Uruguay, Argentina, Perú y Bolivia entre muchos más, tienen impuesto cero, otros como España, Italia o Francia no superan el cinco por ciento. El régimen del dictador no solo masacró, torturó y asesinó compatriotas, además cerró editoriales, diarios, revistas y realizó una serie de quemas de libros tal cual época de la inquisición. Esa también es parte de la historia de Chile, podría apostar no enseñada u omitida en los colegios.
El tiro de gracia pinochetista vino ese año 1976 cuando se le aplicó el tal discutido gravamen que hoy alcanza el 19%. Antes de la decisión dictatorial los libros eran considerados parte de las necesidades básicas de la población y estaban exentos de impuestos al igual que el pan, leche, frutas y verduras frescas, entre otros. Claro está, que el costo de los libros y el acceso a la cultura en Chile no es la exclusiva causa de nuestra merma lectora en las últimas décadas, pero se ha instalado en el ideario popular que al menos ha incidido en la baja adquisición de textos por parte de los chilenos.
Hace un tiempo quise buscar que opinaban nuestras autoridades al respecto y si tenían posición ante el tema. Durante la campaña previa a la segunda vuelta presidencial fue Alejandro Guillier, candidato de la Nueva Mayoría y que a la postre perdió la presidencial, quien esbozó eliminar este impuesto. Por su parte el actual presidente no emitió comentarios al respecto y para buscar alguna referencia de éste sobre el tema, tuve que navegar en las redes hasta el año 2009, cuando en su primera aventura de candidato a la presidencia fue consultado sobre el IVA al libro. Hoy traigo a colación, en un país que tiene una memoria minúscula para recordar el robo de los ladrones de cuello y corbata, las masacres de los militares y tantas atrocidades cometidas por los poderosos de este país, una de las tantas reflexiones para el olvido (o no tanto) que en su época de candidato, el actual Presidente de la República expuso en torno a la lectura y lo caro de los textos en nuestro país.
Corría noviembre del año 2009, aquella vez el debate presidencial transmitido por Canal 13 estaba integrado por los candidatos Eduardo Frei, Marco Enríquez Ominami, Jorge Arrate y el mismo Piñera. En gran parte de ese debate, para no decir en todo el actual mandatario, repitió las mismas frases hechas y pauteadas que venimos escuchando hasta el día de hoy, falseando datos y con una patética forma de enfrentar los problemas, escasas propuestas e ideas. Ese día uno de los jóvenes seleccionados para participar en la instancia, le preguntó sobre el impuesto a los libros y el difícil acceso a la cultura por su alto costo. Piñera no supo que responder o lo que es peor para él, entregó una respuesta tan estúpida y humillante para quienes amamos la lectura y la consideramos una de las formas para surgir socialmente y crecer como personas, que lo retrató en cuerpo y alma: “Bajar el IVA sólo a los libros buenos…” otro de los egregios adagios de Piñera. Una ofensa y un acto de completa ignorancia, contra aquellos que nos gusta leer y la cultura, además de un atropello a la libertad de creación y de elección, o más simple al gusto de cualquier mortal de leer lo que se le plazca. Quienes gustamos de ello y es parte de nuestra vida, sabemos lo caro que es comprar libros, en mi caso bendigo las ferias de libros usados y locales de los llamados libros de “segunda mano”, tan vilipendiados y repudiados por aquellos moralistas que no dan solución alguna de acercar los precios a la clase media y bajas de Chile.
Durante el año 2013, en una emisión del programa de Televisión Nacional Buenos Días a Todos, el ministro de Hacienda de ese entonces y que actualmente se repite el plato, Felipe Larraín, señalaba que eliminar el IVA en términos generales a los libros significaba favorecer a todo el mundo que leía, lo que es injusto porque hay personas que pueden pagar altos costos por un texto. ¡Favorecer a la gente que lee es malo en su mirada pragmática y empresarial! Al igual que nuestro delictual mandatario Larraín nuevamente está en el poder, en el mismo cargo y lo más probable con el mismo pensamiento. Un asco. Y un dato más. Hace unos años el pinochetista imputado por el caso Penta Iván Moreira (UDI) se jactaba de llegar a ser diputado sin haber leído un solo libro por gusto o placer. En esa amnesia eterna chilena, la falta de memoria, el olvido intencionado de un pueblo que se instruye y se documenta poco, que vive alienado, adormecido por matinales y noticiarios que responden al circo que el poder económico teje y manipula, convierte al leer es un arma poderosa, importante y valiosa para despertar a un país que cada día se vuelve más inculto, racista, clasista, xenófobo e intolerante.
Décadas atrás el filósofo francés Guy Debord en su libro “La Sociedad del espectáculo” publicada el año 1967, ya señalaba lo nocivo de la dependencia excesiva o absoluta de los sujetos en los medios de comunicación convirtiéndolos en seres pasivos donde parecer y el tener suplantaría al ser. “ La alienación del espectador a favor del objeto contemplado (que es el resultado de su propia actividad inconsciente) se expresa de este modo: cuanto más contempla, menos vive; cuanto más acepta reconocerse en las imágenes dominantes de la necesidad, menos comprende su propia existencia y su propio deseo.” “Los personajes admirados, en quienes se personifica el sistema, son bien conocidos por no ser lo que son; se han convertido en grandes hombres a fuerza de descender por debajo del umbral de la más mínima vida intelectual, y ellos lo saben.” (Debord, Guy. La Sociedad del Espectáculo) ¿Les suena Lucho Jara, Patricia Maldonado, Karol Dance, Pamela Díaz, José Miguel Viñuela, etc.?  Podría estar el resto del texto dando ejemplos. Ellos son los líderes de opinión, “los rostros” del Chile actual para un porcentaje no menor de la masa.
Ante esta realidad, que parece no tener salida hasta un profundo cambio generacional (que tampoco veo) me parece mínimo para tal vez iniciar un cambio en el acceso a la cultura por ejemplo, eliminar el IVA a los libros en su totalidad, pues es la gente, el pueblo, quien decide que leer o que no, que película u obra de teatro es de su gusto. En reiteradas ocasiones copiamos y admiramos las políticas públicas de los países desarrollados, bueno imitemos el compromiso de los estados de aquellos países en esa materia, donde el acceso a la cultura es parte de la canasta familiar, un derecho básico.
Lamentablemente con mi sueldo y la cantidad de libros que adquiero tanto por mi profesión como por interés personal, no habría bolsillo que aguante, pero me las arreglo en aquellos oasis con libros empolvados y de ediciones remotas que se convierten en una adicción de visitar cada vez que transito por mi comuna o cualquier rincón de Chile.
Quienes realmente me conocen, me han acompañado y aún me acompañan a revisar aquellos textos muchas veces olvidados, saben que es así. Mas ese es mi caso, y no podía dejar pasar esas palabras desacertadas y frívolas del multimillonario gobernante. Si tenemos un presidente que está clasificando los libros en buenos y malos sin ninguna sapiencia o autoridad para hacerlo (y creo que nadie la tiene) veo un lúgubre panorama para otras áreas culturales. Lo más probable es que sea esa su cosmovisión, etiquetar las cosas en buenas y malas, en las que sirven y no sirven, en las que puedo lucrar y en las que no, un mercantil pensamiento. Bueno, acorde a su persona y al sector político que representa.
Como un Dèjá Vú hoy nuevamente, y por cuatro eternos años se instala en La Moneda, con un prontuario de negocios ilícitos, caminando eternamente por la cornisa de lo ético, nombrando parientes en su gabinete y más cercano al show mediático que a las grandes propuestas sociales para mejorar Chile. Decididamente nos faltó y falta mucho leer para haberlo elegido de nuevo.

viernes, 30 de marzo de 2018

Solo somos diminutas esferas arrojadas en el universo

Bolitas, canicas, innumerables nombres a lo largo de los rincones de este planeta, reciben estas esferas hechas de cristal y de otros materiales como el acero, piedra, losa o barro cocido y pintado. Las veo caer, desperdigarse en el dibujo de la copa que las contuvo por un lapso de tiempo indeterminado. Derramadas, esparcidas por el piso, me cautivan sus hermosos colores, trío de plumillas donde el azul, rojo y amarillo o el celeste, morado y verde desfilan en el interior de estos sublimes ojos etéreos. Algo o alguien se interpusieron en su paz, las movieron, las arrancaron de su tranquilidad, fueron lanzadas al mundo a correr y deambular por sus rincones. Como nosotros hasta el  incierto final. Bolitas e infancia, infancia o bolitas, la conjunción es la misma, las tuve, tengo por decenas, centenas, la última vez que me puse a revisar el envase que las guarda se acercaban a las mil. No las dejo ir a pesar de mis casi cuatro décadas, pues hay algo en ellas que me hacen aún atesorarlas, contemplarlas cuando la nostalgia de una niñez feliz me llama a recordarla, apresarla, asirla por un lacónico instante. Porque hay un momento en que la infancia se acaba, lentamente, en inevitable proceso o de abrupto golpe, de una caída (con seguridad la primera de muchas más) como la copa de vidrio en esta ilustración de Marión Labbé, filósofa de profesión y vocación, dibujante por amor y talento, pues algo o todo del pensamiento Heideggeriano parece expresar la imagen.
Las bolitas en el suelo y emergiendo de la copa en esta ilustración, son un símil de lo extinguido, arrojado, eyectado al mundo como señaló Heidegger. No quiero estar arrojado, quiero seguir buscando en la tierra y protegido por el calor de mi infancia, una bolita de piedra, aquella que mi padre nos contó, enterró cuando también fue niño y yo buscaba anhelante con mi hermano como tesoro escondido, cuando la vida era eso, jugar, imaginar, crear. Con poco de lo material, mas pletórico de cariño. Fui un afortunado.
El filósofo italiano Giorgio Agamben en el capítulo “El país de los juguetes, Reflexiones sobre la historia y el juego” en su libro “Infancia e Historia” señala lo siguiente relacionado a la importancia del juego y los juguetes en nuestra niñez: “ingresando así en otra dimensión del tiempo donde las horas pasan como ‘relámpagos’ y los días no se alternan. Al jugar, el hombre se desprende del tiempo sagrado y lo “olvida” en el tiempo humano”.
Al jugar por un lado detenemos el tiempo, lo congelamos, pero a su vez nuestras tardes pasaban según nuestra sensación de alegría y diversión demasiado rápidas, el día se nos hacía corto y al parecer corría presuroso el tiempo calendario. Recuerdo mi infancia y cada uno de los objetos, incluidas las bolitas que alguna vez ocupé como juguetes, alejado de la tecnología por la época y carente muchas veces de lo económico, la imaginación y la sagacidad de la niñez puso a prueba toda clase de artilugios e historias que acompañadas de la complicidad y creatividad de mis hermanos, hacían de las mañanas y tardes períodos fugaces, pero a la vez inolvidables jornadas de diversión.
Agamben señala en Infancia e Historia que “un vistazo al mundo de los juguetes muestra que los niños, esos ropavejeros de la humanidad, juegan con cualquier antigualla que les caiga en las manos y que el juego conserva así objetos y comportamientos profanos que ya no existen. Todo lo que es viejo, independientemente de su origen sacro, es susceptible de convertirse en juguete. ¿Cuál es entonces la esencia del juguete? El carácter esencial del juguete -en última instancia el único que puede distinguirlo de los demás objetos- es algo singular que solamente puede captarse en la dimensión temporal de un ‘una vez’ y de un ‘ya no más’”

Tiempo fluyendo como un río (Alan Parsons Project, Time)

Aquellas bolitas, piedras, cajas, maderas, zapatos, envases de diversa índole y juguetes viejos, fueron “una vez” parte fundamental de mi historia, construcción de identidad, personalidad y ahora en el “ya no más” siguen emergiendo, pero como recuerdos de un tiempo que sigue fluyendo como un río hacia el mar.
Me recuerdo caminando, acompañado de mis padres innumerables veces, hacia la librería El Portal o los antiguos bazares en mi natal Villa Alemana, donde pedía la apreciada bolsa de bolitas, de todos los tamaños, colores. Desde los difíciles de adquirir bolones o las pequeñas ojitos de gato como me señaló alguna vez mi papá. Aún recuerdo con el vivo, pero tan esquivo a veces frescor de la memoria, el significativo obsequio de navidad que mi vecina (a sabiendas que disfrutábamos con mi hermano de jugar tardes enteras arrodillados en el suelo y ante el lamento de mi madre por ensuciar o romper nuestra ropa) nos hizo llegar ese veinticinco de diciembre de un año ochentero que no recuerdo con precisión.
No logro delimitar el año exacto, pero la escena y el gesto dadivoso de esa mañana a manos de la señora Amanda perduran en mis recuerdos a pesar de su partida hace ya más de dos décadas. ¿El obsequio? Un montón de hermosas pepitas u ojitos de gallo que para mi hermano y yo tenían un valor incalculable. Alguna vez enterré algunas tal cual tesoro pirata y en esa inocencia de niño olvidé con los días donde las había puesto no encontrando nunca más el lugar. Quería guardarlas para siempre, sin embargo solo las dejé libres. In aeternum.
Aquellas aún deben estar varios metros bajo tierra, al igual que las que deposité en el ataúd de mi padre el día de su muerte. Esas bajo la superficie y acompañando los huesos de mi viejo, deben yacer, estar contenidas al igual que las que aún mantengo en mi frasco esperando una mano pequeña para volver a sentirse vivas ya no en un recipiente encerradas, sino rodando por el piso, chocando, entre las risas del niño que fui y que por momentos extraño ser.
Mientras termino estas líneas y suena de fondo “Time” de Alan Parsons Project, pienso que soy, que somos como las bolitas, solo esferas diminutas arrojadas en el universo esperando que nos contengan o nos dejen en completa libertad. Con mi padre, ¿quién sabe si nos volveremos a ver alguna vez? Pero el tiempo sigue fluyendo una y otra vez como un río hacia el mar. Hasta que se vaya para siempre.

jueves, 22 de febrero de 2018

Resiste Francisca Linconao: "Más de doscientas voces unidas en un solo grito”

“América tierra vendida, explotada y herida. América con corrupción, malos trabajos, explotación, educación racista, clasista hay muchos blancos elitistas.” Estas líneas no son mías, son extracto del tema “América” del grupo de hip hop chileno Tiro de Gracia que escucho de fondo mientras comienzo la redacción de esta columna.

Que certera cada una de estas ideas sobre el dolor que a manos del invasor han sufrido mapuches o el pueblo Selk'nam perpetrado por el estado y José Menéndez, el gran latifundista del extremo sur de Chile, entre tanto alemán, español y extranjero que llegó a esta larga y angosta faja de tierra con una mano adelante y otra atrás, pero con la voracidad de la ambición a prueba de todo.

En pleno siglo XXI la lucha del pueblo mapuche por sus tierras ancestrales, evitar la aniquilación de bosques, tala indiscriminada de árboles y destrucción de flora y fauna a manos de la empresa privada y el beneplácito del estado sigue más viva que nunca. Francisca Linconao, la machi, autoridad ancestral ha sufrido en carne propia la persecución y los conflictos de interés de la justicia chilena, que manejada por los bolsillos de los poderosos la han intentado culpar en innumerables ocasiones de la muerte del matrimonio Luchsinger Mackay.

Francisca Linconao todavía resiste, resiste como aquellos que han osado defender lo justo y ganarles al poderoso, poner un obstáculo en sus caminos acostumbrados a triunfar, a recibir millones a costa de la miseria, el dolor o el hambre de los otros. La machi el año 2008 ganó una demanda contra el estado y un recurso de protección para evitar la tala ilegal de árboles. La mujer, residente en el sector Rahue, había denunciado en tribunales a la Sociedad Palermo Limitada por tala ilegal de árboles y arbustos nativos en el fundo Palermo Chico, colindante con su comunidad. En un hecho sin precedentes en la historia judicial chilena Linconao invocó el convenio 169 de la OIT y  ganó.

El fallo se convirtió en la primera aplicación del Convenio 169 en Chile, el cual establece en su artículo trece, la obligación del estado de respetar la importancia que para las culturas de los pueblos indígenas revisten sus territorios. De ahí en adelante, tal cual venganza, allanamientos, acusaciones de porte de armas de fuego, arrestos domiciliarios, arraigos nacionales, firmas mensuales y una nueva demanda contra el estado chileno por apremios ilegítimos que volvió a ganar. Aún espera el pago de la misma.

Hoy Francisca Linconao nuevamente se ve perseguida por la justicia y los poderosos latifundistas chilenos, a pesar que una y otra vez, los tribunales han sentenciado su inocencia. El 26 de febrero enfrentará un nuevo proceso, pero tal injusticia ha movido a un novel escritor a reunir en un libro las voces latinoamericanas e indigenistas que a través de la poesía, hacen un llamado a unirse en aras de la defensa de la machi y los pueblos indígenas en general.

El autor

Eduardo Yoly es un joven escritor argentino de veintisiete años que reside en Buenos Aires. Se dedica a mezclar la ficción con lo poético para dejar un mensaje, ser la voz de los no escuchados, los que el sistema "descarta" y desde ahí crear conciencia.

En conversación con el impulsor de la obra, éste cree en el arte como herramienta de cambio y fuego de revoluciones. Muchos años escribió para España pero como Latinoamericano y militante de las luchas sociales no pudo hacer oído sordo a lo que pasa en nuestro continente, así que empezó a escribir para Latinoamérica sobre nuestras realidades como pueblos hermanos. El primer país en abrirle las puertas fue Chile, donde estará siempre agradecido por su cariño. Fue en ese momento donde se enteró de la Machi, de su lucha y la de todo el pueblo Mapuche.

Según sus palabras, en Argentina hace poco empezó a agravarse el conflicto con la comunidad Mapuche por eso es que no hay tanta conciencia sobre el tema. Al igual que en Chile, la teoría del enemigo interno recién se está instalando gracias a la complicidad de los grandes medios de comunicación. Es por eso, que vio la necesidad urgente de hablar del tema, pues no se puede permitir la persecución a los pueblos. El escritor señala que esta no es solo la lucha de la comunidad Mapuche sino de todos y de todas los que soñamos con la libertad y la justicia social.

Resiste Francisca Linconao: “Más de doscientas voces unidas en un solo grito”

Yoly señala que la idea inicial de la obra fue muy diferente al resultado final. El joven quería armar un pequeño poema con una imagen donde uno pudiese compartirla por las redes sociales, especialmente Twitter e Instagram pero apenas lanzó la idea por Twitter tuvo mucha repercusión y gracias a eso proyectó una convocatoria amplia donde participasen todos. Los primeros fueron contactados por Twitter, mail, whatsapp, facebook, reuniones en persona, etc. Buscó referentes mundiales en diferentes ámbitos (músicos, pintores, sociólogos, investigadores, líderes indígenas, etc).

 Eduardo quería un mensaje colectivo, concreto e impactante a la vez. El prólogo fue escrito por Josefina Garzillo, narradora argentina, periodista y encuadernadora. Integra la editorial independiente La Caracola. Los dibujos e ilustraciones los hicieron Antonio Gritón, Juan Carlos Carrilaf, Brigada Ramona Parra, Frente Gráfico, Catalina García, Latuff, Demian Flores, Emiliano Ortega, Simón Valenzuela Donoso, entre otros. Por otro lado, el libro está en formato digital y gratuito para que todos tengan acceso a él y puedan difundir estas más de doscientas voces que llaman a resistir a Francisca Linconao y a todos aquellos que luchan por un mundo justo y en contra de la opresión del capital.



Algunas de las voces chilenas

Otro de los méritos de este libro es la fusión latinoamericana, en especial argentino – chilena por esta causa común. Esta obra es una unión de más de 200 voluntades para continuar dándole voz a un grito que llega desde la Araucanía ¡Libertad a la Machi Francisca Linconao! ¡No más presos/as políticos/as Mapuches! y son varios los artistas, intelectuales y dirigentes chilenos que en su anexo son mencionados como participantes y que apoyan el trabajo de Yoly Zon.

Entre ellos destacan los músicos Nano Acevedo, Gepe, Lucybell, Eduardo Peralta, Moyenei, Javiera Mena y Alexis Venegas, la periodista Paola Dragnic corresponsal de Telesur, los sociólogos María Emilia Tijoux Doctora en Sociología de la Universidad de París y actualmente ejerciendo docencia en la Universidad de Chile, Alberto Mayol sociólogo, escritor, pre candidato presidencial y candidato a diputado del Frente Amplio, Faride Zerán periodista de la Universidad de Chile y Premio Nacional de periodismo 2007. Militantes del Frente Amplio como el actual diputado y ex dirigente estudiantil Giorgio Jackson, Carla Amtmann profesora de historia de la PUCV, Máster en Economía Aplicada en Políticas Públicas y candidata a Diputada, Diego Ibáñez y Pamela Jiles diputados electos, Camilo Brodsky escritor, activista cultural y concejal por Nuñoa, Jorge Rauld González candidato a diputado, Efrén Osorio, secretario general del Partido Humanista y en la cultura la Brigada Ramona Parra, la Corporación Cultural Placilla de Penuelas y Paulo Carreras militante comunista, profesor de Castellano y asiduo columnista de El Desconcierto, entre otros.

Para finalizar, debemos señalar que el pasado jueves 28 de enero se realizó el lanzamiento del libro en Buenos Aires, esperando que la difusión gratuita del mismo, permita darlo a conocer en diversas actividades culturales durante el año que comienza.



Pueden descargarlo en el siguiente link, los invitamos.
http://www.mediafire.com/file/s0e9y267pk5x05u/Resiste+Francisca.pdf

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