viernes, 26 de octubre de 2018

Editoriales Cartoneras: Rebelión contra la reproducción técnica de la obra de arte

Año 2001, Argentina. La historia comienza ahí. Hace sólo unas semanas el presidente argentino de la época, Fernando de la Rúa, designa como salvador de la crisis económica que arrastra el país, hace ya un par de años, a Domingo Cavallo como Ministro de Economía. Los argentinos al poco tiempo escuchan por vez primera, la palabra que hará estallar de rabia, impotencia e injusticia a movimientos sociales, trabajadores, estudiantes, al pueblo en su totalidad: “corralito”.

De ahí en adelante, los hechos violentos del 20 y 21 de diciembre de ese año en plena Plaza de Mayo, “El cacerolazo”, saqueos, enfrentamientos con la policía. Estado de Sitio. Surge con más fuerza “el que se vayan todos”.
La represión como cada vez que el sistema imperante, elestablishment se ve en peligro fue dura, cruel, sanguinaria36 muertos en dos días de protestas. De la Rúa intenta una última salida, busca un gobierno de “unidad” la palabra manoseada por tantos gobiernos cuando todo se va al carajo, escapa de las manos, se asoma el abismo. Renuncia la tarde de ese 21 de diciembre, escapa en un helicóptero desde la Casa Rosada. ¿Y ahora qué se preguntaban los argentinos? Cuatro presidentes con efímeros mandatos hasta el 2003. Hasta que gana las elecciones y asume un tal Nestor Kirchner. Esa es parte de la historia, sirve de contexto.
Entre tanta pobreza, miseria, bala, sangre y saqueos surge la luz, fruto de la inteligencia humana, aquella capacidad que tiene a veces el hombre, para desde el caos y el horror construir, hacer algo valioso e imperecedero, legar algo. En pleno desorden institucional el año 2002 nace Eloísa Cartonera en Buenos Aires, el escritor Washington Cucurto, el artista plástico Javier Barilaro entre otros, deciden al tenor de lo encarecido de los insumos para fabricar libros tradicionales, emplear el cartón y otros materiales reciclados y reutilizables. La antigua Editorial Eloísa, recibe su apellido para siempre: Cartonera. Desde ese momento, una profunda y social alianza con innumerables cartoneros que ganaban el sustento por esos magros días, una manufactura artesanal única e irrepetible y el sentido de cooperativismo, van dando paso a paso, no sin sobresaltos, al surgimiento de la primera y más importante editorial cartonera del mundo. Había nacido el libro cartonero para quedarse.
Más allá de las diferencias, complejidades y sellos que cada editorial cartonera le imprime a sus textos, podemos encontrar ciertos lugares comunes: manufactura siempre artesanal, tapas de cartón, el empleo de diversas técnicas para colorearlos como la acuarela, témpera, tejido, tinta, recortes de prensa, el collage, fotografías, etc. ¿El tiraje? 20 a 30 ejemplares por producción. Todo a mano, uno, por uno, utilizando diversos tipos de encuadernación, belga, japonesa, greca. Nada en serie, un alto a la producción de la máquina de las grandes editoriales como latas de conserva. El libro vuelve a tener el aura de lo único e irrepetible, del trabajo del artesano, el que crea con sus manos, habilidad y destreza. Las editoriales cartoneras han provocado una rebelión contra la reproducción técnica de la obra de arte denunciada en los años cuarenta por el filósofo alemán Walter Benjamin. “…podría afirmarse que en la era de la reproducción técnica de la obra de arte, lo que se atrofia es su aura.” “… Al multiplicar las reproducciones, la técnica reemplaza el lugar de la existencia irrepetible por la repetición masiva.” Señalaba el alemán. En estos tiempos de producción en masa para satisfacer las fauces ávidas de consumo de la sociedad contemporánea, cada ejemplar además de una obra de arte en sí, es una proclama del verdadero y primigenio sentido del arte. Lo hecho con las propias manos.
Una idea que fluyó hasta los más recónditos lugares del orbe. Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Perú en Sudamérica; Alemania, España, Finlandia, Francia en Europa; México, El Salvador, Puerto Rico, República Dominicana en Norte y Centro América; Mozambique en África. ¿Qué tal? Pues el libro cartonero y sus editoriales tienen ciertas características que las hacen únicas y distinguibles de las tradicionales: La posibilidad que puedan publicar escritores desconocidos, noveles, emergentes, su bajo costo sin las cadenas de distribución tradicional propias del sistema de mercado. La mayoría de los títulos son distribuidos por sus propios autores, vendidos en ferias de editoriales cartoneras e independientes o en sus mismos talleres.
Y entre todos ellos, Chile. La extinta Animita Cartonera creada el 2005, Canita Cartonera Proyecto editorial llevado a cabo en la cárcel de alta de seguridad de la comuna de Alto Hospicio, Olga y La Joyita Cartonera, Editorial Opalina Cartonera en la quinta región, entre muchas otras. Chile aunque no se crea se ha convertido en el polo del libro cartonero a nivel latinoamericano y mundial. Es tan así este fenómeno que los días 19, 20 y 21 de Octubre se realizará en Santiago el VI Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras en la Biblioteca de Santiago. El evento se desarrollará a través de las siguientes actividades: Ponencias, mesas redondas, talleres de confección del libro cartonero, exhibición, venta y muestra de colecciones y presentaciones de libro (novedades editoriales). Asista, apoye y mantenga viva la llama del libro cartonero. Sea parte del arte en constante rebeldía.

viernes, 5 de octubre de 2018

Cuestión de banderas

Al menos no dijo que Estados Unidos está en el corazón de Chile, eso ya hubiese sido francamente patético. El actuar de Piñera en la tan manoseada y bullada reunión bilateral con Trump, no me da vergüenza sino asco. El mismo asco que siento cada vez más por este país y sus ciudadanos amantes de las botas manchadas de sangre y EE.UU. Piñera es lo que esa gente merece y los representa fielmente en su discurso ignorante, consumista, liviano, homofóbico, nacionalista y amante de lo material, los matinales y la telebasura. El lunes será el Show del Mar. Comida para los morbosos amantes del nacionalismo barato, ese chauvinismo más cercano a la aporafobia. La mayoría de los chilenos aceptan con agrado y pleitesía al extranjero, siempre y cuando sea rico, famoso o venga de turista. El que nos molesta es el pobre más allá de su bandera. Podemos regalar el litio, el agua, la energía, los recursos naturales a cuanta potencia mundial, pero nos escandalizamos con una salida al mar para Bolivia. Ojalá ganen el fallo. Díganme antipatriota. La patria y su bandera donde les quepa. La misma que Piñera ocupó en un imbécil meme.
Muchos plantean que la historia hay que olvidarla, dejarla atrás, mirar hacia adelante, en completa indiferencia y despreocupación ante la situación mundial y la interna. Su actuar demuestra en ellos el triunfo del capitalismo y el sistema imperante que desde la mayoría de nuestras aulas hasta los monopólicos medios de comunicación, han logrado adoctrinarlos por desidia, miedo u omisión. EE.UU o sus líderes y empresarios para tal vez no ser injusto con el resto de su gente (o parte) nunca ha querido el bienestar de los americanos. Su única preocupación siempre ha sido patear la jaula cada vez que algún país de su patio trasero ha levantado la voz y ha querido instalar un sistema distinto al neoliberalismo con aciertos y errores. Cuando los gobiernos o las dictaduras son de derecha no hay violaciones a derechos humanos, no hay condenas, no hay golpes en la mesa. En los años sesenta fue la“Alianza para el Progreso” grupo de países lacayos y serviles, por supuesto integrado por Chile que se arrodilló como siempre ante el más asesino de todos los países del mundo. Hasta que llegó Allende. Ya saben el fin de la historia.
Hoy nuevamente Chile y una serie de países gobernados por títeres derechistas, desfilan con otros nombres en un tal “Grupo de Lima”. Macri en Argentina, Duque en Colombia, Vizcarra en Perú, Piñera en Chile, sujetos donde en sus propios patios la violación de derechos humanos, represión policial e injusticias sociales son pan de cada día ¿O vivo en otro país y continente? El canciller de Venezuela Jorge Arreaza expresó tiempo atrás, en una agitada discusión con el traidor ex jotoso de los años verde olivo, Roberto Ampuero, que la democracia chilena no era ningún ejemplo para Venezuela ni país del continente. Que acertada expresión, la comparto plenamente. Estos días Donald Trump invita a patear la jaula y levantar a los militares en contra del gobierno de Venezuela (gobierno y no régimen como dicen los serviles medios de televisión chilena). El gobierno de Maduro puede ser malo, nefasto, bueno, muy bueno, no tengo la moral como se la arrogan miles de nuestros compatriotas para juzgar los gobiernos de otros países y no mirar el ombligo del propio. Más nefasto es leer al homo chilensis avalar y exigir un golpe de estado en Venezuela, teniendo como antecedente los tres a cuatro mil chilenos que murieron y fueron torturados a partir del golpe de Estado financiado por la CIA e ideado por Nixon. ¿Cuándo? desde que Allende llegó al poder y antes. La Casa Blanca detrás de todo, ya no es un mito. El mismo tío Sam lo confirma. Lea.
Han pasado más de 40 años de la fractura democrática en Chile, la ONU y la OEA siguen siendo un brazo de las políticas gringas en el mundo sin contrapeso. EE.UU puede inventar guerras, bombardear naciones, torturar pueblos, aniquilar ciudades, asesinar inocentes en aras de su asquerosa libertad. ¿Alguna condena? ninguna. Otros, los que no se alinean, son los del eje del mal, los terroristas. Hay que leer y leer historia, falta mucho, me sorprende el descaro en las redes sociales, el anticomunismo, el facherío pobre de la masa nacional. La vida es más que el reggaetón de moda, el pito de marihuana, la chela para el fin de semana y la vuelta al Mall. No es necesario apoyar el gobierno de Venezuela para condenar con el mínimo sentido común una posible intervención estadounidense en este país. Sería un nuevo crimen gringo. Siria, Irak, Afganistán, Vietnam, Chile el 73`, República Dominicana el 65`. Están habituados a hacerlo. Siempre hay una excusa y un enemigo que crear. El comunismo, el Islam, la historia bélica estadounidense parece una miserable película, lo trágico es que los muertos son reales, de carne y hueso. La invención del eje mal para esconder (o creer que esconden) la ambición del petróleo y nuevos territorios para sus empresarios hambrientos de poder. Siempre habrá una derecha conservadora, una iglesia complaciente y unas fuerzas armadas rastreras dispuestas a defender el interés de unos pocos. No lo digo yo, revise la historia. Nos unen a EE.UU valores como la “defensa de la libertad” vociferaba Piñera a la salida de su cornetera reunión. Trump y Piñera hablando de ¿derechos humanos?, dos representantes del atropello a la dignidad humana por pensar distinto. Recuerdo como nuestro “ético” e imputado presidente bramaba por el regreso del Dictador Pinochet, detenido en Londres gracias a las gestiones del juez Garzón. No, no olvido, hay historia, revise youtube.  Año 1998.
EE.UU, querrá darse nuevamente el gustito, siempre habrá países en este continente gobernados por esa derecha falsa, con masas sometidas a la dictadura de la televisión y el aberrante capital que de rodillas aplaudan sus ansias liberadoras. Unas bombas más, menos, lo que prima es la tierra fértil para nuevos negocios. Al fin de cuentas las víctimas serán en su mayoría inocentes y el pueblo que creyó en un sistema diferente al capitalista. Soy un convencido que cada pueblo tiene la libertad, esa que tanto balbucean los gringos y los derechistas, de darse el sistema de gobierno que como pueblo decidan. Lamentablemente han pasado doscientos años de la doctrina Monroe, casi sesenta de la antimarxista Alianza para el Progreso y nos siguen pateando la jaula. América para los americanos era el lema, nosotros el patio de sus juegos. Tal vez el mundo sería muy diferente sin EE.UU. Soñar no cuesta nada.

El mágico pedaleo de Sergio Tormen

Corría el mes de septiembre y como en muchos establecimientos este año, también se había dado una semana de vacaciones de fiestas patrias. Al igual que en Navidad, estas fechas son alegres para mí (o ya no tanto desde la muerte de mi padre), por la alegría que nos brindan estos días de descanso y ocio para leer, compartir con seres queridos, recorrer la naturaleza y perderse lejos del mundanal ruido.
Ese septiembre de 1988 era, eso sí, muy diferente al de ahora, pues el olor a empanadas, asado, leña y carbón humeante, árboles en flor y viento primaveral estaba acompañado de tal vez uno de los momentos más importantes a nivel electoral de la historia de Chile: El Plebiscito del SÍ y el NO. Por esos días, en espera del anhelado pero incierto 5 de Octubre, junto a mi hermano Juan Luis y mi prima que producto de esas pequeñas vacaciones se encontraba en nuestra casa, comenzábamos cada tarde a dibujar y pintar en hojas de cuaderno, unas especies de panfletos con la consigna: Vota por el NO y el respectivo arcoíris del “Chile la alegría ya viene” que nos sacaría de las sombras y opacidades de la Dictadura Cívico – Militar de Pinochet y la derecha chilena. Niños de entre 9 y 10 años que con completa inocencia desperdigábamos los infantiles panfletos en los pasajes y calles del barrio, que por lo demás desde la asunción del dictador, se había llenado de milicos en su mayoría y algún sujeto de la CNI decía el mito. No imaginábamos el riesgo que tal vez corríamos.
Éramos un grupo de niños, que como tantos otros, teníamos entre comillas la fortuna de querer que cayera la dictadura bajo el arbitrio de las urnas, sólo por el hecho de escuchar los relatos de nuestros padres y no por el asesinato o desaparición de un familiar. Nuestros viejos nos comentaban sus idas a concentraciones porteñas, cacelorazos nocturnos y vivenciábamos la enseñanza militar del tomar distancia, desfiles eternos en la escuela y sentirse de izquierda por el sólo hecho de ser pobres. Con los años entendería que hay más fachos pobres de lo que alguna vez imaginé y que peor aún, avalarían sin reparos y ni un tinte de reproche, diecisiete años de torturas, asesinatos, violaciones a los derechos humanos y desigualdades sociales y económicas abismantes, que por lo demás siguen sin subsanarse. Para mí no hay perdón ni olvido. Sobre todo olvido.
Como nosotros, un grupo de niños, con edades similares a las nuestras y sólo algunos años antes, dan inicio a una hermosa historia, con cruces geniales de realidad y ficción. Entre saltos y piruetas en bicicleta, bolsas de bolitas y el calor del verano santiaguino de 1986, su persistente curiosidad y la rueda pinchada de una Caloi, los hará llegar a un taller de bicicletas atendido por un viejo gruñón llamado Don Anselmo ex entrenador de ciclistas y hallar en su morada un tesoro: Tres fotografías de la Revista Estadio de un anónimo ciclista fechadas en 1973. Estas líneas darán inicio a la hermosa novela juvenil “La Bicicleta mágica de Sergio Krumm” del escritor chileno Marcelo Guajardo. Con un relato dulce y propicio para niños, el libro va desentrañando una historia triste, pero recurrente en la historia reciente de nuestro país. La de los detenidos desaparecidos durante el régimen de Pinochet, el mismo que hace casi treinta septiembres deseaba al igual que mi familia acabara para siempre.
A tu memoria Sergio Tormen
Revisando el sitio www.londres38.cl, me entero que Sergio Daniel Tormen Méndez nació el 27 de abril de 1949 en Santiago. Trabajaba como mecánico de bicicletas en un taller propiedad de su familia ubicado en la comuna de San Miguel y era ciclista. Entre sus logros deportivos, destacaba el campeonato nacional en 50 kilómetros y persecución, ganado dos veces, el circuito Rengo y el Jaime Eyzaguirre. Militante del MIR, fue detenido el 20 de julio de 1974, a los 25 años, por agentes de la DINA junto a su hermano Peter Tormen Méndez en el taller donde trabajaba. Horas antes ya había sido detenido en el mismo lugar su amigo y compañero de militancia Luis Julio Guajardo Zamorano. Dos días después Peter Tormen fue dejado en libertad, sin embargo, los otros dos detenidos permanecen desaparecidos hasta hoy.”
Pues sí, aquellas fotografías que estaban en las paredes del taller de Don Anselmo, según la novela y bajo el nombre de Sergio Krumm, hacen referencia a uno de los grandes ciclistas de la historia de Chile. Tormen Méndez, al momento de su detención y desaparición hasta nuestros días, era un reconocido bicampeón nacional de ciclismo. Este hecho demuestra que los agentes de la dictadura no tenían contemplaciones para hacer desaparecer a cualquier ciudadano no importando incluso que fueran famosos deportistas a nivel nacional y sudamericano. La novela ficcionaliza los verdaderos nombres de aquellos que por pensar distinto fueron torturados y asesinados en Londres 38. Siguiendo la historia, los niños logran que el viejo Don Anselmo relate que sucedió con aquella estrella del ciclismo colgada en la pared. Sergio Krumm y Luis Tapia eran amigos inseparables. Ese día Luis (quien en realidad era el mirista Luis Guajardo Zamorano) fue secuestrado primero desde el mismo taller, dejando sólo un bolso. Horas más tarde Sergio y Peter de solo 14 años (Sergio y Peter Tormen) fueron interrogados y detenidos por funcionarios de la DINA. Con los años sabríamos que los demenciales agentes eran Manuel Contreras y Marcelo Moren Brito. La razón, haber querido ocultar el bolso del amigo y leal compañero de Krumm. Ese noble gesto decidió la suerte del deportista nacional para siempre. Don Anselmo también señala en la triste confesión, que pasadas las 21:00 hrs de ese siniestro día, él también fue detenido en su casa, colindante al taller y que vendado al igual que el menor de los Tormen, estuvo secuestrado dos días. Su nombre real Juan Andrés Moraga Gutiérrez entrenador del equipo chileno de ciclismo.
 Desde ese día Peter Tormen de tan sólo 14 años y toda su familia ligada al ciclismo nacional, sufrieron el dolor y tormento de aquellas que vieron como alguno o varios de sus seres queridos eran exterminados por la Dictadura Militar. Tocaron puertas, pidieron justicia, sufrieron la indiferencia de los aparatos estatales, tal vez los mismos que hoy piden unidad nacional, claman por reconciliación, y prostituyen la palabra perdón harta el hartazgo. ¿Merecen perdón? ¿A quién le exijo el perdón? El filósofo francés Jacques Derrida en un ensayo titulado “Perdonar lo imperdonable y lo imprescriptible” señala a ciencia cierta varios axiomas que rigen el caso de Tormen, Guajardo y los miles de chilenos torturados, asesinados y desaparecidos bajo el régimen de Pinochet y la derecha.
No olvidar, la derecha chilena. Derrida señala por ejemplo que “Nunca deberíamos perdonar en nombre de una víctima, y sobre todo si está radicalmente ausente en la escena del perdón, por ejemplo, si está muerta.” Por ejemplo, el discurso fundacional de nuestra alicaída vuelta a la democracia, en manos de Patricio Aylwin, el 11 de Marzo de 1990 con la postal de la enorme bandera cubriendo el césped del Estadio Nacional y pidiendo un perdón personal e institucional a todas las víctimas del terrorismo de Estado, tampoco tiene ningún sentido, más que un borrón y vamos hacia delante. ¿Aylwin y cualquier personero de este país tiene el derecho, el poder, para pedir perdón a más de una persona? ¿A un grupo, a una comunidad, a un país? Para el filósofo francés el perdón al menos para tener asidero, debe descansar al menos en dos principios: Primero que sea cara a cara y en segundo lugar que “aquél que desea el perdón, debe sentir la culpa, buscar la expiación, atormentarse con lo que hizo, básicamente arrepentirse. ¿Hemos visto esta actitud en las golpistas FF.AA chilenas? Nunca. Y nunca sentirán arrepentimiento. Para que haya realmente perdón y ese forzado sentimiento de unidad nacional en Chile, los militares y todos aquellos procesados, encarcelados y enjuiciados por crímenes de lesa humanidad debiesen sentir un día el tormento de lo realizado y empatizar con las víctimas en aras de la tan manoseada reconciliación. Seamos honestos ni las FF.AA ni peligrosamente una parte no menor de la población civil chilena siente un ápice de remordimiento o empatía para condenar los 17 años de dictadura pinochetista. La ignorancia y frivolidad, es más, de las nuevas generaciones hacen mofa de lo ocurrido y enaltecen la figura abyecta del tirano.
Mientras esperamos que Chile madure en su eterna infancia cívica y alguna vez exista el verdadero perdón, la novela y la historia de los Tormen, nos entregan una pequeña alegría, un botón de justicia, la que tan esquivamente han logrado como familia. Peter Tormen, aquel niño de 14 años secuestrado por la DINA, castigado con el dolor de la pérdida de su hermano, un 28 de noviembre de 1987 se convirtió en el segundo chileno en ganar “La Vuelta Ciclista de Chile” en el ocaso del régimen de Augusto Pinochet. La victoria tenía nombre y apellido Sergio Tormen Méndez. La lucha incansable de su madre hasta la locura, su hermana y hermano mayor Richard, ahora entrenador del equipo, tenían una pequeña recompensa. El destino a veces es dulce, se ríe en la cara de los despiadados. En plena transmisión y bajo la agobiante censura de Televisión Nacional de Chile, la prensa pinochetista  le asesta la interrogante que no podía dejar pasar y cuya respuesta la sabía desde que su hermano jamás regresó: “¿A quién le dedicas el triunfo, Peter?”, “A mi hermano Sergio, detenido desaparecido”, respondió. La pantalla se fue a negro, tan negro como ese periodo de nuestra historia.  Peter Tormen y la bicicleta mágica de su hermano seguirán pedaleando hasta el cielo. Sin perdón, ni olvido.

Para ti dónde estés...