domingo, 14 de agosto de 2016

Jorge Opazo: retrato, fotografía y poder en Chile

El retrato, palabra de origen latino que adquiere significados como, “hacer volver atrás”, revivir, reducir y abreviar, es otra de las manifestaciones artísticas consustanciales a la historia del hombre. Egipto, Grecia y Roma, tuvieron al retrato como uno de sus métodos para inmortalizar a sus personajes poderosos e ilustres, en especial a través de efigies en esculturas y monedas. La llegada del Medioevo, conjuntamente con su cosmovisión teocéntrica, trajo consigo la casi inexistente presencia del retrato, reapareciendo y extendiéndose a la pintura a partir del Renacimiento producto de la importancia que toma el ser humano en su particularidad. De ahí en adelante, esta expresión visual y plástica circunscrita a la escultura y lo pictórico mantuvo un desarrollo en ascenso que se incrementa con la irrupción de la fotografía en el siglo XIX y XX.
Según Roland Barthes, lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. Sacar de nuevo a la luz, hacer revivir lo ya inexistente, es precisamente la sensación que la fotografía del chileno Jorge Opazo Galindo (Taltal, 1908 – Santiago, 1979) expresa en sus obras. El artista, quien también fue pintor, es considerado el más importante retratista de la primera mitad del siglo XX. El glamour y los poderosos eran el foco de su cámara con la intencionada elegancia y austeridad que reflejaban sus fotografías. Desde la década del treinta a los sesenta, fue el fotógrafo oficial de la élite local, quienes acudían a él por la particularidad de su trabajo, sin estridencias, cuidada composición e iluminación.
En el año 1938 es nombrado fotógrafo oficial de la presidencia, razón por la cual el trabajo de Opazo confluye desde ese momento con el poder político y la mirada anquilosada que se tenía de nuestros líderes republicanos. Al revisar su galería de presidentes fotografiados, desde Pedro Aguirre Cerda hasta Eduardo Frei Montalva, apreciamos el componente iconográfico de su trabajo, la relación de cada uno de los personajes retratados que responden a una concepción y tradición de austeridad, sobriedad y elegancia, entre otros valores que los gobernantes chilenos deben proyectar al país. Por lo demás, cada una de estas fotografías presentan símiles tanto en composición como en la idea que quieren representar. Estamos en presencia, claro está, de un arquetipo.
Cuenta la historia que fue la esposa de Pedro Aguirre Cerda, quien se contactó con él para fotografiar a su marido apenas llegó a la primera magistratura. Por esos años era de total conocimiento en la elite chilena el trabajo del fotógrafo, en especial por el trato “hollywoodense” que daba a sus imágenes. No había imperfecciones en los rostros, hecho apetecido por las altas esferas chilenas que pedían sus servicios. Tanto como retratista social u oficial, Opazo desarrolló una propuesta estética basada en la utilización de fondos lisos, recursos lumínicos, ángulos contrapicados y modelos sobrios y elegantes.
Analizando cada foto en particular encontramos a su vez elementos que se repiten intencionalmente, develando una temática de carácter iconográfico, como ya señalé. La fotografía en blanco y negro asociada históricamente al glamour de épocas pasadas, presentaba en ese momento y -debo señalar- en la actualidad, con el resurgimiento de la técnica, ventajas que el color carece. Según palabras de John Garrett en su libro “El arte de la fotografía en blanco y negro”, la reducción de la fotografía a tonos grises, obliga prestar atención a los rasgos del rostro, revelados por el juego de luces y sombras.
En el caso de las fotografías del artista, se cumple esta aseveración. Las tonalidades más claras sobre los rostros de los mandatarios permiten descubrir en ellos una mirada y gestos faciales que reflejan el temple, sobriedad y dignidad que un mandatario debía ostentar en su cargo. Otros elementos elegidos por la lente e iluminados de forma de entregar una tonalidad más clara, con el fin de resaltarlos, son la vestimenta, banda presidencial, escarapela y piocha. Estos remiten a símbolos de poder, autoridad y tradición que emergen desde los albores de la República.
El primero de ellos es la vestimenta. El uso del frac y corbata de lazo de color blanco, fue un elemento protocolar reiterado al momento de asumir el mando hasta la década de los setenta. Cabe señalar que Salvador Allende Gossens rompe con la tradición, al ser el primero que asiste a dicha ceremonia con traje de sastre. A su vez, la banda presidencial utilizada por primera vez de la mano de Bernardo O´Higgins, es el símbolo histórico de poder del primer mandatario. La escarapela y la piocha del mismo O´Higgins con la estrella de cinco puntas que simboliza el poder ejecutivo, también son parte de la mayoría de los retratos, nuevamente como elementos de la ostentación del poder y la autoridad.
Fotógrafo de moda en su época, amado por muchos y fallecido en completa soledad ante la indignación de su mujer por el “pago de Chile”, Jorge Opazo reflejó a través de su corpus fotográfico no sólo una parte de nuestra historia, sino una mirada de los valores que debían resaltar en la construcción de este país y encarnar los gobernantes sin distinción política, un elemento arquetípico propio del discurso que gobernar a Chile y velar por su presente y futuro, responden a un fin mayor.

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