Bastante pegajosa es la melodía creada por el canal del fútbol como al parecer muy pegajosos son los billetes que desfilan por los dedos, chequeras y bolsillos de nuestros egregios representantes populares.
Más allá de lo irrisorio para algunos o indignante para otros de ver a los actores de nuestro hemiciclo disfrutar de una pichanga en pleno horario de sesión legislativa, tiempo atrás nos encontramos con la cara más clara de la sinvergüenzura y el cara de rajismo de nuestros diputados. El bono de 100.000 pesos que en realidad oscilaba en los 300.000 para subvencionarse la bencina destapó una serie de iregularidades e inició un álgido debate popular.
Y si bien es cierto, la salida a la luz pública de tal ofertón reculó la propuesta, provocando un desfile de honorables que señalaban no saber nada del asunto, más otros rasgando vestiduras del hecho, mi crítica apunta a la forma como se autoasignan los recursos nuestros parlamentarios. Por décadas hemos escuchado el discurso eterno de la representación popular y el servicio público, con este hecho han demostrado una palabrería falsa e inconsecuente dejando las buenas intenciones para la gente sólo en tiempos de elecciones, a fin de perpetuarlos en el poder.
Nuestros diputados a través de la comisión de régimen integrada por los presidentes de las diferentes bancadas son capaces de asignarse precisamente bonos como estos, un grupo de 4 a 5 personas legislan para ellos y luego con o sin aprobación del resto de los honorables asumen esos incentivos. Esa es la democracia que tenemos, entre cuatro paredes, aquella que nos hace elegir cada 4 años y sería todo, mediante un sistema binominal anti-democrático, con una constitución elaborada en un régimen de facto, con barnices aún más anti-democráticos que no contempla ni el plebiscito, el referéndum o la consulta, herramientas cívicas de participación real y popular de la gente en otras latitudes.
Resultado: estos seres, que son la más clara representación del ocaso de la democracia en nuestra país y la cara más sucia de la autodenominada clase política que de buena clase no tiene nada.
Más allá de lo irrisorio para algunos o indignante para otros de ver a los actores de nuestro hemiciclo disfrutar de una pichanga en pleno horario de sesión legislativa, tiempo atrás nos encontramos con la cara más clara de la sinvergüenzura y el cara de rajismo de nuestros diputados. El bono de 100.000 pesos que en realidad oscilaba en los 300.000 para subvencionarse la bencina destapó una serie de iregularidades e inició un álgido debate popular.
Y si bien es cierto, la salida a la luz pública de tal ofertón reculó la propuesta, provocando un desfile de honorables que señalaban no saber nada del asunto, más otros rasgando vestiduras del hecho, mi crítica apunta a la forma como se autoasignan los recursos nuestros parlamentarios. Por décadas hemos escuchado el discurso eterno de la representación popular y el servicio público, con este hecho han demostrado una palabrería falsa e inconsecuente dejando las buenas intenciones para la gente sólo en tiempos de elecciones, a fin de perpetuarlos en el poder.
Nuestros diputados a través de la comisión de régimen integrada por los presidentes de las diferentes bancadas son capaces de asignarse precisamente bonos como estos, un grupo de 4 a 5 personas legislan para ellos y luego con o sin aprobación del resto de los honorables asumen esos incentivos. Esa es la democracia que tenemos, entre cuatro paredes, aquella que nos hace elegir cada 4 años y sería todo, mediante un sistema binominal anti-democrático, con una constitución elaborada en un régimen de facto, con barnices aún más anti-democráticos que no contempla ni el plebiscito, el referéndum o la consulta, herramientas cívicas de participación real y popular de la gente en otras latitudes.
Resultado: estos seres, que son la más clara representación del ocaso de la democracia en nuestra país y la cara más sucia de la autodenominada clase política que de buena clase no tiene nada.
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